Acoso, persecución, denuncia y acorralamiento. Tras sufrir violencia moral, abuso de poder y que hayan menoscabado su condición de mujer, la agente de Policía, M.A. se decidió a presentar una denuncia por la que el comisario principal G.M., fue condenado por la Junta de Disciplina de la Policía de Entre Ríos. Sin embargo, la odisea no concluyó en esa instancia, M.A. nunca pudo ascender en su carrera, atraviesa una profunda depresión que la obliga a permanecer bajo estricto tratamiento psicológico, y hasta ha recibido ofertas de altos funcionarios de la fuerza para liberarla del acoso a cambio de que retire la demanda. “El hostigamiento es feroz y vamos a hacer la denuncia al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi)”,  el abogado de la mujer. Pese a los anuncios y modificaciones de estructura, las fuerzas de seguridad continúan siendo uno de los reductos donde las más bajas miserias sociales se reproducen constantemente. Las prácticas de abuso dentro de este ámbito han sido ampliamente conocidas: golpes, acoso sexual, amenazas, torturas y muertes.

El caso de M.A. no escapa a esta lógica. Desde 2004 la mujer había prestado servicios en otra dependencia, pero en 2007 fue trasladada a la sección Cuerpo y Guardia, donde comenzó el hostigamiento.

“Prestaba servicios en esa sección, dependiente de la Jefatura Departamental Paraná y ubicada en aquel entonces en la intersección de calles 9 de Julio y Racedo, en el antiguo edificio que ocupara el ferrocarril General Urquiza de Paraná. Fue un día de septiembre de ese año, en horario vespertino, cuando el comisario principal G.M., le ordenó a la agente de Policía M.A., mediante una nota escrita y firmada de su puño y letra, presentarse al otro día, el viernes 21 de septiembre de 2007, a las 22, en su lugar de trabajo a fin de tomar servicio, debiendo hacerlo ‘con minifalda y colaless, bien afeitada y perfumada’”, confió a este medio el letrado de la mujer. “Para afrenta y escarnio de M.A., su jefe aclaró en su nota que ‘pasaría revista’ del cumplimiento de las condiciones ordenadas, antes que ella tomara el servicio”, continuó.

Tal hecho no fue aislado, sino que fue el corolario del “trato lúbrico incesante, plagado de frases groseras y lascivas, con el que G.M. acosaba a su subordinada. Se aprovechó de su superioridad jerárquica para impedir a M.A. librarse de él e ignorar su rechazo y desaprobación, G.M. hacía permanente referencia a las piernas, a los labios, al ‘calce’ del uniforme” de la agente, detalló el letrado.

Luego de dar tal “orden de servicio”, el comisario principal continuó con el acoso. “En octubre de ese mismo año envió un mensaje de texto al teléfono celular de M.A. preguntando: ‘Mañana trabajás?’”, relató. Además, “ese mismo día, más tarde envió otro mensaje de texto que decía: ‘Mañana te busco?’”, certificó.

El entorno laboral desestabilizó física y emocionalmente a M.A. La mujer no pudo concurrir a trabajar y debió presentarse ante el médico de Policía. “Como consecuencia directa del daño moral infringido violentamente por el comisario a la agente, el médico de Policía la examinó y diagnosticó ‘Episodio Depresivo Mayor’, aconsejando siete días de licencia”, narró el abogado.

Debido a la calificación del médico de Policía, M.A. “debió ser atendida en el Hospital Neuropsiquiátrico Antonio Roballos, donde fue incluso internada por orden médica” durante siete días. “Estaba atravesada por una profunda descompensación emocional, provocada por el ‘acoso de parte de un superior’ -tal como se definió en el Informe del Estado Actual y Certificación de atención en psicoterapia-. Luego del alta, debió continuar con el tratamiento ambulatorio”, asentó.

Tras los infaustos sucesos, la mujer elevó por Mesa de Entradas de la Policía de Entre Ríos una denuncia administrativa donde relató el acoso del que era víctima. Sin embargo, en lugar de movilizar a las autoridades de la fuerza para proporcionarle protección y contención a la agente, el trámite agravó la situación. M.A. fue sometida a cinco juntas médicas que terminaron por diagnosticarle “trastorno de la personalidad de tipo mixto”.

Juntas médicas y “maltrato institucional”

“A los pocos días del alta psiquiátrica, M.A. debió concurrir a la primera de una seguidilla de juntas médicas a las que fuera sometida”, dijo el abogado. “El maltrato institucional no estuvo ausente; sino que a los padecimientos que originara la impertinencia de G.M., se agregaron las interpretaciones retorcidas de las juntas médicas”, continuó.

En la primera de ellas, realizada en noviembre de 2007, los médicos afirmaron que la agente estaba “como sedada, con locución de bajo tono, discurso coherente y signos de impregnación neurolectiva -efecto adverso colateral de de los medicamentos antiopsicóticos-“. Asimismo, consignaron que la agente cursaba un “episodio depresivo mayor”.

En la segunda junta médica, desarrollada dos meses después, “los galenos modificaron sustancialmente la visión que sobre la patología presentada por M.A: mientras que en noviembre de 2007 consignaron que estaba sedada con signos de impregnación neuroléctiva; en enero de 2008 afirmaron que presentaba una ‘actitud plañidera, quejosa e infantil’; que adoptaba ‘un aire de desprotección y descavilamiento ante situaciones triviales del mundo del trabajo donde el común de las personas las resuelven sin tanto ruido’; que actuaba ‘como el personaje central de supuestas historias en que los celos, el acoso o la rivalidad son el libreto permanente’; y que M.A. decía ‘seguir con iguales tratamientos sin mejorar’”. La junta médica concluyó en que la agente padecía “trastorno de personalidad de tipo histriónico e infantil”.

La tercera junta médica agregó a sus anteriores un dato “significativamente mentiroso”, calificó el letrado. Afirmó que la mujer “no había progresado favorablemente, ni había iniciado asistencia psicológica”.

La cuarta junta médica “no tiene desperdicio”, añadió en declaraciones a este medio. Los médicos sostuvieron que M.A. “ostenta un perfil con altos índices de interpretaciones delirantes o delirosas de la personalidad; trastornos de la apreciación de la realidad por distorsión de las percepciones, con especial dificultad en las relaciones interpersonales siendo muy sensible y sugestionable; alto nivel de ansiedad e irritabilidad y excesiva necesidad de aprobación, para concluir en que M.A. presenta trastorno de personalidad de tipo mixto”, detalló. En tanto, la quinta junta mantuvo ese diagnóstico.

Al Inadi

M.A. “padeció y padece profundamente las embestidas verbales, la falta total de respeto, la violencia moral, el abuso de poder y de posición jerárquica, la violación de su pudor femenino y menoscabo en su condición de mujer madre” en su lugar de trabajo, la Policía de Entre Ríos, se indignó el abogado. “Hoy está medicada y muy angustiada”, describió.

“Recurro a hacerlo público porque el hostigamiento es feroz. Un alto funcionario policial la extorsionó proponiéndole que levante la demanda a cambio del cese del hostigamiento”, lamentó.

“El hostigamiento es sexual y está comprobado. Además, al comisario principal lo condenó la Junta de Disciplina”, aseguró y completó: “Después que M.A. comenzara la demanda, empezó la persecución. Vamos a hacer también la denuncia ante el Inadi”.