Reutemann: a 30 años de un “Lole” solitario y Humillado.
Nota editorial fórmula 1.
Aunque en este último mes se cumplieron ya treinta años, el tiempo no ha borrado la historia. El orgullo argentino aun sangra, al revivir o recordar lo sucedido aquel nefasto 17 de octubre de 1981 en Las Vegas, el día que Argentina paso del sueño, al dolor deportivo más grande.
Atrás en el tiempo habían quedado las hazañas de Juan Manuel Fangio y sus cinco títulos mundiales. Los argentinos gozábamos del privilegio de saber que hasta entonces, el piloto más campeón del mundo había nacido en nuestra patria.
Pero desde aquellos momentos de gloria fierrera, nuestro país no había vuelto a tener una posibilidad tan clara de lograr un título mundial de fórmula 1.
La temporada 1981, comenzó el 15 de marzo en el gran premio del Oeste de los Estados Unidos, allí se impuso el piloto Austriaco Alan Jones, quien era compañero de equipo de Carlos Reutemann, y campeón 1980 de la categoría.
La segunda carrera se realizó el 29 del mismo mes pero en Brasil.
Fue ahí, en tierras cariocas, el comienzo del final para nuestro “lole”.
Carlos Reutemann, había firmado un contrato con Williams para ser piloto número dos del equipo, y por ende aceptar las ordenes de la británica estructura de Frank.
El lole ganaba con autoridad absoluta la carrera, cuando desde los boxes, y bajo la intensa lluvia de Jacarepaguá aparece el fatídico cartel: 1° JONES 2° REUT.
Una imagen vale más que mil palabras. La orden del equipo era clara, Reutemann tenía que levantar el ritmo de competencia para que el ganador fuese Alan Jones. La rebeldía criolla se hizo dignidad en el espíritu del argentino, quien no levantó, y dando una cátedra de manejo bajo la lluvia, siguió a fondo hasta la bandera a cuadros para ganar la carrera.
Triunfaba el lole, y dejaba en claro que sería gran candidato a pelear por el título. La felicidad argentina era extrema, tanto como la ira inglesa.
El equipo Williams después que rompió su cascaron de sorpresa en el que se encontraba, salió a la luz de la realidad, donde no perdonaría jamás aquella “rebeldía” argentina. Lo que pocos imaginaban, era el tremendo precio que pagaría Reutemann.
El campeonato proseguía, la hostilidad interna del equipo también. A mitad de temporada merced de otra victoria en Bélgica, y de resultados regulares, Carlos tenía una diferencia que parecía imposible de descontar en el torneo.
Pero lo que solo parece, no es imposible.
Llego la última carrera del año. Después de otras fuertes discusiones, en Canadá y Alemania con el equipo por la manera en la que este favorecía a Alan Jones en la provisión de neumáticos y motores, lole parecía sobreponerse a todo, cuando en tandas clasificatorias logró el mejor tiempo. Pero es al bajar del auto, cuando le pide al equipo cambiar su desalineado chasis FW07, producto de un toque en pista justamente con Nelson Piquet, con quien definía el campeonato mano a mano. El equipo ignoró el pedido, lo que generó una feroz discusión.
La suerte estaba echada. El entusiasmo era ansiedad solo del sur continental, porque en el norte, y cautivo en la soledad más absoluta de Las Vegas, Reutemann sufría tanta adversidad.
El ídolo Argentino de Santa Fe, larga la carrera definitoria desde el primer lugar. Pero su tránsito en pista solo fue una lágrima de la derrota.
Con un chasis desalineado, y una caja de cambios extremadamente dura, que le provocó constantes errores al introducir las velocidades de marcha, lole se desvaneció abruptamente.
La luz de la esperanza argentina se terminó de apagar en el decimoquinto giro, cuando Nelson Piquet atacó y sobrepasó al argentino, comenzándole a ganar así el título por solo un punto.
Pero para que la venganza de Frank Williams fuese completa, aún faltaba lo peor.
Cuando todo ya estaba dicho, Alans Jones puntero de competencia lo sobrepasa a Reutemann que era octavo, sacándole una vuelta de diferencia. El equipo estalló en júbilo. Inentendible, y pese a que perdían el título, festejaron tanto como cuando al terminar la carrera ganó Jones, y el campeonato fue para el brasilero Nelson Piquet.
EL sol radiante de la costera ciudad de Las Vegas, veía como Carlos Reutemann, sólo, abatido, y humillado, se despedía de una oportunidad de ser campeón tan clara, que hasta el día de hoy ningún piloto argentino volvió a tenerla en la máxima categoría del automovilismo mundial.
Treinta años pasaron ya del campeón que no fue. Treinta años, del piloto que se reveló, y del equipo que no perdonó.
Carlos Alberto Reutemann, un ídolo que pagó muy cara su gran dignidad.
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