La Iglesia de Paraná admitió públicamente ayer la existencia de una investigación tendiente a sancionar a un sacerdote que durante casi una década, entre 1984 y 1992, abusó de menores que cursaban la escuela secundaria en el Seminario Arquidiocesano de Paraná en condición de pupilos.
Se trata de Justo José Ilarraz, que desde mediados de la década de 1990 se encuentra en la localidad de Monteros, Tucumán, luego de haberse desempeñado en distintos cargos en la diócesis de Paraná. “Las últimas noticias periodísticas reavivan nuestra profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas cometidas por uno de quienes deben servir a la vida moral del pueblo, con su ejemplo y enseñanza”, señaló un pronunciamiento del Arzobispado, difundido a primera hora de la tarde de ayer.
La reacción eclesiástica se produjo luego de que la revista Análisis publicara en tapa la historia de Ilarraz, a quien se le endilga haber cometido no menos de 50 abusos de menores de entre 12 y 14 años, desde mediados de 1980 y hasta principios de 1990.
“Ilarraz siempre utilizaba el mismo mecanismo para su esquema perverso. Iba observando las personalidades de cada uno de los chicos; sus angustias y ansiedades –por eso del desarraigo de la casa, de su madre y de sus cosas, que es un episodio fuerte y algo traumático para todo niño–, para ir acercándose y darles su amor”, dice el texto de la nota.
Pero ese “amor” se tornaba rápidamente en perversión. “Cada noche, cuando se apagaban las luces del pabellón, quedaban dos foquitos amarillos tenues encendidos en el fondo, a modo de luz de emergencia. El cura esperaba unos minutos y comenzaba a caminar por entre las camas de los chicos. Cuando escuchaba algún lloriqueo silencioso se aproximaba, se sentaba a su lado, les acariciaba la cabeza y la mayoría de las veces terminaba ingresando a sus camas para consolarlos”, añade.
Dolor y vergüenza. Ilarraz, nacido en Paraná el 9 de julio de 1958 y ordenado sacerdote en 1983, ocupó cargos clave en la Iglesia. Fue subprefecto del Seminario Menor y promotor vocacional; además, ejerció como asesor del Club Atlético Patronato, estuvo a cargo de la Comisión Episcopal de las Misiones, y ejerció el sacerdocio en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, fue capellán del Colegio La Salle, y vice asesor de dos movimientos católicos, Cursillos de Cristiandad y la Acción Católica Argentina (ACA).
También fue responsable de la Librería San Francisco Javier, que funciona en el mismo edificio de la Curia, y que llegó a tener una sucursal sobre la Peatonal San Martín, y fue prefecto de Disciplina en el Seminario Menor. Fue desde este último lugar desde donde cometió las tropelías más aberrantes contra menores que, por ser del interior, quedaban en condición de pupilos en el Seminario.
Ilarraz tenía un trato “preferencial” con aquel grupo de niños que caían bajo sus redes, y establecía divisiones, con réprobos, a un lado, y elegidos, al otro, cerca suyo, siempre. “Esos pibes, por lo general, eran los elegidos, en varios días de la semana, para que a partir de las 23, a la hora de la Lectura espiritual, se trasladaran hasta su habitación –según la revista–. Algunos, incluso, recién aparecían al día siguiente por el pabellón, porque se quedaban a dormir con él. Esos casi niños tenían además la posibilidad de bañarse en el coqueto baño del cura. El resto, para ducharse con agua caliente, debía cortar leña para el fuego de la caldera. Y muchos hasta preferían bañarse con agua fría antes de hacer ese trabajo”.
Divulgada la historia, ayer la Iglesia trabajó durante varias horas en la redacción de un comunicado en el que intervino de forma directa el arzobispo Puiggari. “Las últimas noticias periodísticas reavivan nuestra profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas cometidas por uno de quienes deben servir a la vida moral del pueblo, con su ejemplo y enseñanza. Esto nos interpela para que nuestro compromiso con la verdad y el bien sea cada vez más auténtico y eficaz”, señaló la Curia, en su declaración.
Verdades y mentiras. Pero la opinión de la Iglesia es que en la publicación hay aciertos y desaciertos. Y lo dice de un modo inequívoco: la revista “contiene, junto a afirmaciones ciertas, inexactitudes y falsedades”.
Quizá el malestar tenga relación con la afirmación respecto a los desencuentros que habrían existido entonces, a fines de la década de 1980, entre el entonces arzobispo Estanislao Karlic, y quien en esos años era el responsables del Seminario Mayor, el actual arzobispo Juan Alberto Puiggari.
Ilarraz llegó a ocupar el cargo de secretario personal de Karlic, y éste tenía una fe ciega en él. “Tenía mucha confianza en Ilarraz”, señaló un sacerdote consultado “Puiggari fue a hablar personalmente con monseñor Karlic de la situación”, reveló la revista. Y pone en su boca esta frase, pronunciada por Puiggari, dirigida a Karlic. “Estas son las cosas que hace su protegido Ilarraz”.
La ventilación de los hechos generó que en la Iglesia se abriera una investigación eclesiástica respecto de la conducta de Ilarraz, tarea que se encomendó a los sacerdotes Silvio Fariña Vaccarezza, abogado, y Alfonso Frank, actual vicario general de la Diócesis de Concordia. Durante el curso de esa investigación, se escucharon testimonios de los jóvenes abusados por Ilarraz, y la primera consecuencia fue el cambio de destino del cura acusado de abusos. Primero lo enviaron a Roma, después a Córdoba, y finalmente a Tucumán.
La investigación de los hechos, y sus resultados, habían ido a parar al cajón del olvido, hasta que fueron rescatados.
Ayer, el Arzobispado hizo conocer que “cuando por primera vez se conocieron los hechos, se realizaron todas las medidas tendientes al esclarecimiento de la verdad, siempre preservando el derecho a la intimidad y el debido proceso, y conforme a nuestro conocimiento sobre la legislación entonces vigente”.
Pero ahora, “y siguiendo las directivas emanadas desde la Santa Sede, en especial de su santidad Benedicto XVI, se solicitó desde hace tiempo el levantamiento de la prescripción a fin de la aplicación de las sanciones correspondientes”.
La primera medida fue haber apartado a Ilarraz “del ejercicio de su ministerio hasta que la Santa Sede resuelva su situación”.
Reacción
La Iglesia habló de “profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas” cometidas por el sacerdote Justo José Ilarraz.
Además, que no bien se conocieron los hechos de abuso contra menores en el Seminario de Paraná, “se realizaron todas las medidas tendientes al esclarecimiento de la verdad, siempre preservando el derecho a la intimidad y el debido proceso, y conforme a nuestro conocimiento sobre la legislación entonces vigente”. Pero a la vez admitió que aquellas actuaciones habían quedado en el olvido, hasta que fueron rescatadas, y se solicitó el levantamiento de la prescripción de la causa del cura abusador.
Que, además, en el caso intervino la Santa Sede, que será en última instancia desde donde se apliquen “las sanciones correspondientes”, se indicó. “La Iglesia, que quiere siempre proceder según el Evangelio y la justicia, pide al Señor plena fidelidad a su voluntad”, subrayó la Curia.