Fue un luchador nato. De esa clase de hombres nacidos para ser dirigentes, esa clase de hombres para los que la palabra descanso, significa trabajo en una institución, dar cauce a una pasión, entregándose con fervor.
Fue presidente de la Unión de Volantes Entrerrianos, la entidad desde la que surgió una de las categorías mas exitosas del automovilismo argentino: la Fórmula 5 o Fórmula Entrerriana.
Junto a su hermano –ya desaparecido- Alcides Pascual, fueron protagonistas decisivos de la evolución de los monoplazas entrerrianos, que llegaron a concitar la atención del automovilismo nacional por su parque automotor numeroso, por la calidad de sus pilotos, por el avance tecnológico que tuvieron las máquinas, por el alto grado de competencia, por las multitudes que convocaba.
Supo conducir la institución en su momento de mayor gloria, pero también en el que la pasión, los intereses, convertían la tarea dirigencial en una permanente exigencia, en la que los sinsabores eran diarios.
Pero la gratificación llegaba cuando se daba la orden de largada, cuando rugían los motores y se ponían en marchas ilusiones de miles de personas.
Ayer cayó para él la bandera a cuadros, poniendo fin a una vida en la que sobresalió por haber entregado su descanso para que multitudes disfrutaran de una pasión.