15 de mayo de 2023 |
Entre la gloria y el horror |
La consagración del equipazo que dirigía César Luis Menotti, con un intratable Diego Armando Maradona, tuvo su contracara en la utilización política que hizo de esta victoria la dictadura de Jorge Rafael Videla. Las arengas de José María Muñoz desde Radio Rivadavia.
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Amén de ser la primera de las seis ganadas, la Copa Mundial Juvenil de 1979 tuvo características únicas por donde se mire: coexistieron un equipo que de la mano de Diego Armando Maradona jugó de maravillas y una expansiva celebración manipulada por la dictadura militar, mientras en Buenos Aires una delegación de la OEA investigaba el tenor de la cruenta represión imperante. Días difíciles, enrarecidos y de soterrado horror aquellos del saliente invierno de hace 44 años. Por un lado, pese a los arduos intentos del gobierno de facto presidido por Jorge Rafael Videla de defender una indefendible imagen de transparencia y bonanza, los crímenes de lesa humanidad y la desaparición forzada de personas eran un secreto a voces en el territorio nacional y una creciente sospecha en el resto del planeta. En ese contexto, los miles y miles de exiliados, muchos de ellos torturados y sobrevivientes en alguna medida azarosos, se constituían en portavoces calificados e inobjetables. En ese contexto, asimismo, se jugó la segunda Copa Mundial de Fútbol Juvenil entre el 25 de agosto y el 7 de septiembre, en las sedes japonesas de Tokio, Yokohama, Kobe y Omiya. Argentina disponía de un lujoso equipo que llevaba meses de entrenamiento bajo la tutela de César Luis Menotti y sus ayudantes de campo, sobremanera Rogelio Poncini. Próximo a cumplir 19 años, los testimonios de la época subrayan que Maradona brillaba tanto que en los partidos de entrenamientos de entre semana, versus equipos de Primera B y C, era usual que convirtiera goles llevando la pelota de arco a arco. Claro que Diego disponía de compañeros de excelente nivel, entre ellos el defensor central Simón, el mediocentro Rinaldi, el volante derecho Barbas y los punteros Escudero y Calderón. A pocos días del viaje a Japón se decidió que el propio Menotti estuviera a cargo del equipo y así fueron consumándose triunfo tras triunfo: 5-0 a Indonesia, 1-0 a Yugoslavia, 4-1 a Polonia en la fase de grupos. En cuartos de final la Albiceleste aplastó a Argelia por 5-0 (tres goles del riojano Díaz, uno de Maradona y otro de Calderón) y en semifinal se precipitó lo que por unanimidad la prensa especializada dio en llamar "la final anticipada". Uruguay, que en el verano de ese mismo 79 se había quedado con el Torneo Sudamericano en el Centenario de Montevideo, con un gol del mediocampista Arsenio Luzardo, también disponía de una formación extraordinaria en la que sobresalían el arquero Fernando Alvez, el central Nelson Gutiérrez, el extremo Ernesto Vargas y el mismísimo Rubén Walter Paz. Un gol de Díaz y otro de Maradona sellaron la sólida victoria argentina y el 7 de septiembre llegó la coronación frente la Unión Soviética, que se puso en ventaja por intermedio de Igor Ponomarev, pero que después del empate de penal establecido por el lateral Alves fue cediendo terreno y terminó doblegándose ante un adversario determinado, con una admirable precisión en el juego corto y el esencial condimento del gol. Así rubricaron una corrida de Díaz y un tiro libre de Maradona que al cabo representaron el título del mundo y festejos, ora legítimos, ora inducidos, fomentados desde los estudios de Radio Rivadavia por el relator José María Muñoz, un convencido difusor y defensor de la dictadura. De hecho, al tiempo que azuzaba al pueblo argentino a llenar Plaza de Mayo "para demostrarle a esa gente (por los miembros de la OEA) cómo somos los argentinos", el general Videla esperaba desde los estudios de ATC para saludar a Menotti y Maradona. Y así fue: los enviados de Radio Rivadavia a Japón cumplieron las órdenes de Muñoz: Videla primero felicitó a Menotti y puso de relieve la importancia de "la disciplina y el orden" y a su vez el director técnico le deseó "éxitos en su gestión". El equipo que le ganó a la URSS en la final alistó a Sergio García; Abelardo Carabelli, Juan Simón, Rubén Rossi y Hugo Alves; Juan Barbas, Osvaldo Rinaldi y Diego Maradona (Balón de Oro y Botín de Plata); Osvaldo Escudero, Ramón Díaz (Botín de Oro) y Gabriel Calderón. Completaron el plantel, Rafael Sería, Jorge Piaggio, Marcelo Bachino, Daniel Sperandío, Juan José Meza, José Luis Lanao y Alfredo Torres. No bien regresados de Japón, los campeones del mundo se dirigieron a la Casa Rosada y desde sus balcones saludaron a una multitud alborozada. En las calles de Buenos Aires abundaban los cárteles con una leyenda de cuño castrense: "Los argentinos somos derechos y humanos".
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