MUSEO DE SAN JOSE.
UN MUSEO QUE CRECE.
“Uno hace esto por la gente y por las piezas, para que duren otra centena. Tratamos de sacarle ventaja a los años que corren”. Así resume su tarea el director del Museo de San José, Hugo Martin, quien ejerce el arduo oficio de restarle fragmentos de tiempo al tiempo.
Se dice que la atención es mejor cuando la brindan los propios dueños, y aunque el museo no le pertenece, cualquiera puede imaginar, con certeza, que Martín se siente como en casa en plena jornada laboral. Y entre explicaciones y ademanes, él mismo lo confirma: “el museo forma parte de mi vida”, expresa, compromiso que asume como parte de su origen franco-suizo que, en buena medida es el motor de su admiración por la exhibición anual de emociones y objetos del pasado.
La ciudad de San José, donde se aloja el museo, tiene apenas 157 años y 16.000 piezas que reflejan la historia de la inmigración valesana, saboyana y piamontesa que fundó, en 1857, la primera Colonia agrícola de Entre Ríos.
Sobre la inimaginable cantidad de objetos que narran el llegada de los inmigrantes, Martin expresó que “ninguno tiene más valor, ya que cada lleva una carga emocional muy fuerte. Aunque agregó que “hay objetos que llaman más la atención, como el auto de 1905. La gente se enloquece cuando los ve”, detalló, reforzando lo anterior: “Cada objeto, de acuerdo como está montado, cuenta una historia en particular”.
COMPROMISO. Martin expresó que “este museo es mi segunda casa. Cuido los objetos mejor que si fueran míos, porque debo rendir cuentas a la sociedad, al pueblo y a la gente que dona”, sostiene el sanjosesino que desde los 17 años se encuentra bajo el techo de la casa que albergó a la familia del doctor Izquierdo, un hombre de campo que supo reflejar las costumbres de la época, y arar de sol a sol.
La construcción, intacta desde 1885, habla por sí sola. “Cuando el museo nace en 1957, funciona durante tres meses en un galpón prestado. Luego, la familia Izquierdo vende su casa y el Gobierno Provincial la compra para instalar definitivamente el museo. Si bien se amplió, está prácticamente igual, excepto el piso y el techo que se han mejorado.
Todo comenzó con una máquina de escribir. El especialista en museología señaló que “he pasado muchos años de mi vida aquí”, tantos que “ingresé como colaborador a los 17 años”.
“La que era directora del museo en aquel entonces nos daba clase de Historia en la escuela secundaria. Resulta que un día dijo que necesitaba alguien que sepa escribir a máquina, y me ofrecí. Fui colaborador durante cuatro años. En un primer momento venía los sábados, y los domingos. Luego hice suplencias de 10, 20 ó 25 días, hasta que se jubiló la directora y me ofrecieron tomar el cargo”.
Martin enuncia entusiasmado. “También estudié museología en Concepción del Uruguay, en UADER”. A los 46 años, y con más de dos décadas de trayectoria, Martin asegura que “la gente se fue adueñando de este museo. Muchas personas pasan a preguntar por un cuadro, o una manta que han dejado hace años sus abuelos” y que “el que nos visita más de una vez , encuentra siempre piezas nuevas porque se rotan los objetos” .
TRANSFORMACIONES. El museo cuenta con dos etapas muy marcadas. Los primeros 40 años fue un museo tradicional, “quieto”, acorde a la época. “Actualmente se exhibe el 30% de las piezas, las cuales vamos rotando para que ninguna quede sin exponer”, explica Martín, y pasa a contarnos que “el museo de San José fue creado cuando la ciudad cumplió 100 años, en 1957. La gente comenzó a donar objetos que habían sido traídos por sus padres y abuelos, que habían venido de Italia, Suiza y Francia”.
Luego de funcionar alrededor de 30 años en la histórica casa del médico Izquierdo, el espacio resultó chico. Entonces se hizo la parte nueva que está en los fondos de la construcción: consta de un galpón-dividido en boxes, que se construyó en la década del 80. “Allí montamos la escenografía de un barco, que representa la llegada de nuestros abuelos a estas tierras. Allí tenemos la sala de Suiza, Italia, de Cocina, música, de armas, y música”, detalló.
En un primer momento se exhibían todas las piezas juntas, pero el museo fue creciendo. “La gente seguía -y sigue- donando piezas. Entonces la construcción del 80 nos ha quedado chica otra vez. Pasó de ser un museo estático, a ser una colección de “cosas”, porque había mucho amontonado. No sabíamos cómo se conservaba, cómo se guardaba una pieza o cómo se limpiaba, porque no había museología en la zona. Durante mucho tiempo conservamos como pudimos”.
Hasta que en el año 97 “nos presentamos ante la fundación YPF a un llamado que trataba de “Innovación en Museos”. Fue insólito, porque era un premio de 100.000 pesos o dólares (en la época del 1 a 1) y lo ganamos. Obtuvimos el primer premio. Con ese dinero hicimos todo el montaje nuevo que tenemos ahora, la parte del barco como le llamamos, y el sector de la música. Todo eso se hizo en el año 99, año en el que abrimos las puertas, luego de haber permanecido cerrado, debido a las reformas”.
El museo que no se ve
Actualmente se exhibe apenas un 30% de las piezas. El resto está guardado en una reserva técnica, en un clima especial. Martin señaló que “esas ‘piezas se van rotando constantemente”, y que gracias a la reserva “somos considerados Museo Modelo a nivel Nacional”, ya que no todos estos espacios cuentan con áreas donde guardar las piezas con un clima.
Durante la charla, Martin no deja pasar que la municipalidad ayudó muchísimo. “Además contamos con el financiamiento de fundaciones como Bunge y Born, Antorchas, el Fondo Nacional de las Artes, Fundación Clarín (que hizo toda la parte de fotos), y el Teatro Colón que se encargó de la música .Hubo mucho apoyo en el asesoramiento y la puesta de dinero. Por ejemplo Bunge y Born pagó todas las luces con las que cuenta el museo (una inversión costosa, ya que se trata de luces con filtro)”.
Recuerda el entrevistado que “durante los años 98 y 99 fuimos sede de un Seminario Internacional sobre Conservación y Montaje, que se dictó para 20 museos de Argentina, uno de Chile y otro de Brasil. Vino gente de Estados Unidos a brindarnos cursos. La muestra completa se abrió una vez culminada la capacitación, instancia en la que aprendimos cómo se conservaba, los aires, las luces, los filtros, el uso de guantes, entre otras cosas.
En vista
“El proyecto para este año es un tanto ambicioso pero no tan caro”, responde, ante una consulta puntual. Y pasa a explicar. “Nosotros tenemos una parte que se llama La Cocina de la Abuela, un salón multiuso donde se dan cursos, conferencias, charlas y presentaciones de libros, donde también se hace el chocolate patrio del 25 de mayo, las fiestas de los suizos (el 1 de agosto) y las comidas típicas de Suiza e Italia. Resulta que este sitio nos quedó chico porque viene mucha gente, y queremos ampliar .Ese es nuestro proyecto para este año”.
APORTES. Si bien el museo es municipal, cuenta con una Asociación de Amigos. “Contamos con 150 socios que pagan una cuota de diez pesos por mes .Es un aporte módico pero con esa plata se hace mucho: la hacemos rendir”.
El museólogo entrerriano confiesa que “siempre estamos buscando benefactores: al piso de los sanitarios que estamos terminando de construir, lo obtuvimos gracias a la ayuda de una empresa de aves de la zona y del Concejo Deliberante. Mientras la empresa Ferrum donó los elementos.
En estos últimos cinco años ganamos cinco proyectos, a través del Concejo Federal de Inversiones (CFI), del Fondo Nacional de las Artes, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y Río Uruguay Seguros. Todo lo recaudado fue destinado al montaje y conservación. Restauramos libros y documentos, e invertimos en elementos para limpiar las piezas”.
EL DATO
Las delegaciones de la microrregión pagan una entrada de cinco pesos, mientras que y el resto del público tiene un costo de diez.