En la Argentina, se reciben 6.000 médicos por año según el Ministerio de Educación, pero sólo la mitad realiza la residencia, que es el período de formación en alguna especialidad reconocida bajo la supervisión de tutores en hospitales. Esos médicos que no hacen la residencia igual pueden salir en ambulancia para atender pacientes graves, recetar medicamentos, y hasta llegar a operar sin el entrenamiento adecuado. Aunque esta situación no está fuera de alguna norma –ya que nadie está obligado a hacer la residencia–, la falta de entrenamiento es hoy una gran preocupación para autoridades sanitarias y universitarias.
“Es una situación trágica, porque se forman cada año 3.000 médicos que no realizan la residencia para adquirir conocimientos mínimos para aplicar con los pacientes. Muchos de ellos deambulan entre puestos temporarios o guardias médicas alejadas, ambulancias para emergencias o directamente se dedican a tareas que no tienen que ver con su profesión”, afirmó Ginés González García, ex ministro de Salud de la Nación, quien acaba de publicar el libro “Médicos: la salud de una profesión”, con Claudia Madies y Mariano Fontela, en el que abordan la problemática.
Desde la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, el decano Alfredo Buzzi coincidió en que hoy “la situación de las residencias es una preocupación”. Interrogado sobre por qué ocurre eso indicó: “Es un problema muy complejo. En algunos lugares, no hay plazas disponibles. Pero en otras instituciones, ofertan vacantes pero no brindan condiciones laborales que sean interesantes para que los médicos quieran hacer las residencias. Por ejemplo, hay especialidades como la neonatología o la anestesiología que tienen mucha demanda, pero tienen pocos residentes”.
Ocurrieron también cambios sociales que impactaron en la formación médica. “Muchos temen los juicios por mala praxis por parte de los pacientes o los familiares. Entonces, evitan las especialidades que los exponen más a juicios. También incide en que ahora el 70% de los graduados en medicina son mujeres, y eso hace que las preferencias en las residencias hayan cambiado: medicina interna, cirugía, ginecología y dermatología son ahora las más demandadas”, señaló Buzzi.
Las residencias duran entre tres y cuatro años, y cada médico que las hace cobra aproximadamente 4.000 pesos por mes, según un informe que publicó la Organización Panamericana de la Salud (OPS) con datos sobre Argentina y otros países latinoamericanos. Si bien en los últimos cinco años las plazas para residentes aumentaron el 10% porque el Ministerio de Salud de Nación salió a dar más apoyo, los especialistas consideran que aún el problema no está resuelto.
“Una de las causas del faltante es que no hay estímulo en el sistema de salud para que se hagan las residencias –sostuvo González García–. Porque no hay un examen obligatorio que mida las competencias de los médicos después de graduarse o a lo largo de su desarrollo laboral, como sí existe en otros países. Para la sociedad argentina, no es bueno que muchos médicos no hagan la residencia porque salen a atender sin un adecuado entrenamiento”.
El informe de OPS también menciona el reconocimiento limitado que reciben las residencias: “El caso de Argentina presenta algunas particularidades. La Ley de Educación Superior (Nº 24 521) no contempla a las residencias como programas de formación de posgrado. Sólo el 6% de las residencias del país son universitarias. No todas otorgan título de especialista”. Con respecto al papel de las universidades locales, advierte: “A pesar de que las universidades son las responsables de aprobar, avalar y supervisar el cumplimiento de los programas y de otorgar el título de la especialidad, el acompañamiento es bajo y en algunos casos consiste en la actualización de los programas y la ejecución de cursos de metodología de investigación, los cuales no han mejorado la calidad de las investigaciones hospitalarias”.
A esas cuestiones, se le suma que los médicos que sí hacen las residencias optan por especialidades que no son tan prioritarias para la situación sanitaria del país. Hoy hay faltantes de anestesistas, obstetras, pediatras, psiquiatras, epidemiólogos, entre otros. Según Fontela, quien es politólogo e investigador de la Universidad ISalud, se está comprometiendo –en parte– el futuro. “Estamos pasando desde un paradigma centrado en el hospital al paradigma orientado a la atención primaria de la salud, que implicará que una persona se atiende en un centro de salud y se debería encontrar con personal capacitado para derivarla o no a centros más complejos. Este funcionamiento en redes debería estar más aceitado, y por eso necesitamos más profesionales que sigan la especialidad en prevención y promoción de la salud”.
Precisamente, los médicos del futuro fue el eje del Primer Foro Argentino de Facultades y Escuelas de Medicina Pública, que se realizó la semana pasada en Córdoba. La característica del médico que necesita el país “es un generalista con una fuerte orientación hacia la atención primaria de la salud, porque resuelve entre el 70% y el 80% de los problemas de la salud”, dijo el decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Gustavo Irico. Durante el encuentro, el secretario de Políticas Universitarias de la Nación, Martín Gill, también sostuvo que hay que apuntar a un profesional “comprometido con el rol de la medicina comunitaria”.