Alexis Hernández, de 20 años, y Alfredo Monzón, de 35, conocían a César Alcides Vallana por motivos poco claros. Ambos son hermanos, y hoy son juzgados por el asesinato del profesor jubilado de 77 años para robarle. Según la acusación, en enero de 2011 ingresaron a la casa de Santiago del Estero y 25 de Junio, como en otras ocasiones, pero esta vez para asfixiarlo con bolsas de nailon y dejarlo en una habitación. Durante varios días, con el cadáver en una habitación, entraban y salían de la vivienda. Se tapaban la nariz y echaban desodorante de ambiente porque el cuerpo había entrado en estado de descomposición, mientras invitaban a conocidos a la casa y robaban electrodomésticos y muebles, según recordó una testigo.
Ayer comenzó el juicio oral y público en la Sala 1 de la Cámara del Crimen de Paraná por el hecho calificado como Homicidio criminis causa, es decir, matar para asegurarse la impunidad en la comisión de otro delito, en este caso el robo.
Un vecino de Vallana y un hombre que tenía un negocio enfrente, recordaron el día que avisaron en la comisaría primera que algo raro sucedía en la casa por el fuerte olor que invadía el patio lindero. Ese 31 de enero los policías entraron con una escalera por el fondo de la vivienda y en la habitación de la planta alta vieron el cadáver envuelto con tres bolsas en la cabeza y atado con cintos los pies y las manos. Muerte por asfixia, determinó el médico forense tras la autopsia.
“Era callado, muy particular, se lo veía poco”, dijo el vecino sobre la víctima, y coincidió con el comerciante en que “era un hombre muy respetuoso”. Su muerte violenta sorprendió a todos los conocidos y sus familiares.
La investigación tenía pocos elementos para encontrar a un sospechoso de la muerte, aunque tenían algunas hipótesis. Pasaron los días y los acusados se habrían confiado en que ya habían zafado. Pero el pez por la boca muere: habrían reconocido el crimen ante un conocido, y el comentario no tardó en llegar a los oídos de una mujer que lo puso en conocimiento de la Policía.
Según se puede reconstruir de los testimonios, los hermanos le vendían las pertenencias de Vallana a Miguel Ángel Villalba, padre de Lucas Villalba y suegro de Jésica René. Esta mujer fue quien escuchó que los acusados le contaban a su esposo y suegro haber matado al jubilado. Además, en otra oportunidad les preguntó cómo hacían para entrar y salir de la casa con el olor del cuerpo en descomposición, y los hermanos le habrían contado que se tapaban el rostro y perfumaban el ambiente con aerosol.
René, además, le contó lo que escuchó a Patricia Martínez, una vecina que es la madre de Daiana, por entonces novia de Alexis Hernández. Una de las madrugadas que los hermanos pasaron en la casa de Vallana, donde “estaban haciendo un trabajo de pintura”, el joven le envió un mensaje de texto a su novia con una invitación “a comer una picada”, que la chica rechazó.
Daiana se lo contó a su madre, Patricia, quien atando cabos y sospechando que algo andaba mal, fue a la Dirección de Investigaciones y habló. “Pensé que si fueron ellos, yo caigo, porque el teléfono de mi hija estaba a mi nombre. Por eso fui, para prevenir”, explicó la mujer ayer en su declaración testimonial en el juicio.
Otro acusado, otro delito
La fiscal de Cámara Carolina Castagno solicitó que se remitan los testimonios y pruebas de la causa al Juzgado de Instrucción Nº 2 con el fin de investigar a Lucas Villalba por el presunto delito de Receptación de cosa proveniente de un delito. Es decir, la fiscal sospecha que quien le compraba a los hermanos los elementos de Vallana sabía que los mismos habían sido robados. Incluso, como se escuchó ayer en el juicio, un día habrían hecho un flete para llevarse unos sillones de la vivienda de la víctima.

Lo que dice la acusación
La requisitoria fiscal de elevación a juicio sostiene que Alexis Hernández y Alfredo Monzón “entre el 21 y el 26 de enero de 2011, en horas de la noche”, ingresaron a la vivienda de Santiago del Estero 115, aprovechándose de la relación de confianza existente con su propietario, César Alcides Vallana. “Lo tomaron del cuello y golpearon, para luego subirlo al dormitorio de la planta alta de la casa, donde lo ataron de pies y manos con cintos, le envolvieron la cabeza con tres bolsas de nailon que ajustaron firmemente al cuello, y lo dejaron tirado en el piso de la habitación”. Luego “sustrajeron de la vivienda distintos elementos propiedad de la víctima”.
La Fiscalía sostiene que es un Homicidio criminis causa, cuya única pena es la prisión perpetua. Es un “homicidio cometido para lograr impunidad para sí, y asegurar su resultado de otro delito ante la carencia de testigos presenciales. El homicidio entró desde el primer momento en los planes de los imputados para asegurar el robo, siendo imposible que el mismo hay sido ocasional (...) Los imputados dieron muerte con fines de apoderarse de sus bienes con total frialdad”,