Cambió el calendario y la Argentina empezó el nuevo año futbolístico con un resultado positivo. Siempre es bueno ganar, porque las victorias permiten desarrollar las tareas con tranquilidad, alimentan el espíritu, consolidan los proyectos. El ciclo que conduce Alejandro Sabella al frente de la selección ayer cumplió 18 meses, y en el encuentro amistoso con Suecia el equipo ofreció las virtudes de siempre y las falencias que lo acompañan desde hace un tiempo. La ambivalencia en el juego que enseñan el ataque y la defensa quedó, otra vez, en evidencia, y el éxito 3-2 no debería ocultar un desajuste que se repite, aunque el entrenador ensaye alternativas y también defienda con fiereza la doctrina que llevó a la Argentina a ser puntera en las eliminatorias, rumbo al Mundial de Brasil 2014.
Se hizo una costumbre que la Argentina se presente como un conjunto devastador cuando avanza, y se transforme en una formación que sufre y se agrieta al momento de cuidar su arco. Las buenas señales, las que hay que resaltar, salen especialmente de la distinguida zurda de Lionel Messi y la capacidad goleadora de sus acompañantes. La luminosidad del conjunto cuando se lanza al ataque se vuelve oscuridad cuando necesita fortalecerse en su área. "Tuvimos muy buen manejo y circulación del balón, fuimos amplios en el terreno, esperamos y aceleramos cuando nos dejaron espacios", resaltó Sabella, después de la victoria. Y también admitió lo que todos vieron, que cada pelota que cayó sobre el área era motivo de preocupación: "Tuvimos problemas con el juego de arriba, ellos tienen gente alta, difícil de controlar; nos cabecearon en las pelotas claras y también en las que boyaban en el área", se sinceró.
UN EQUIPO POR MITADES
El diagnóstico es acertado, no admite discusiones, aunque los síntomas de preocupación asoman porque no es la primera vez que la Argentina se presenta como un equipo por mitades. Cuando la pelota pasa por Gago, el primer eslabón de la cadena de juego, un socio ideal para cuando Messi se retrasa en el terreno y también un excelente asistidor con pases filtrados -en el segundo tiempo habilitó a Agüero, que definió desviado-, la selección comienza a ilusionar, se muestra avasallante. Es que a partir de ahí tiene un abanico de alternativas para llegar al gol que es la envidia de todos los directores técnicos del mundo. Desde ahí, Di María, Messi, Agüero e Higuaín, el póker que le dibuja sonrisas y también le corta la respiración a Sabella, se las ingenia para desnivelar: dos asistencias de Di María le permitieron festejar a Higuaín -después de que un rebote en Lustig desviara el balón al gol-, y luego a Agüero, que hizo gala de su repertorio de sutilezas cuando queda frente al arco. "Duele sacar a un jugador cuando tiene tal grado de brillantez. Porque también realizó una tarea táctica muy importante, retrocediendo para compensar", manifestó Sabella sobre la tarea del volante de Real Madrid.
El saludo entre Leo y Zlatan | AFP
Agüero y Messi se buscan casi sin mirarse, se entienden de memoria y está claro que son compinches adentro y afuera de la cancha. Leo no enseñó su mejor repertorio, aunque un par de arranques a pura velocidad y gambeta arrancaron aplausos hasta de los simpatizantes suecos. Kun aportó con un gol y estuvo activo en el circuito futbolístico, que tiene a Higuaín como al socio silencioso de la ofensiva. Muchas veces pierde presencia en el área porque debe arrastrar marcas y fabricar espacios para el resto. Lo que no olvidó es su olfato goleador, quedó demostrado en el tercer tanto, tras capturar un rebote largo del arquero Isaksson. "Convertir siempre ayuda, pero la mejor sensación es que desnivelamos muchas veces y pudimos haber convertido un par de veces más. El equipo está bien, cómodo, siempre hay cosas para corregir", comentó Pipita. Messi se refirió en la misma dirección: "Nos falta seguir mejorando y tenemos ese margen. Aprovechamos las contras justas que tuvimos, lo supimos definir prácticamente en el primer tiempo y después intentamos tener la pelota porque ya estaba?", destacó el mejor jugador del mundo.
LA RECETA DEL DT
Para jugar con esa fórmula de ataque, Sabella tiene su receta: "Hay que analizar el rival para decidir y mantener el pragmatismo de acuerdo a los jugadores. El gusto particular a veces hay que dejarlo de lado, no se puede tener preconceptos y ser dogmáticos. Messi, con Higuaín y Agüero, se potencia y potencia a los demás. Lo de la defensa va a pasar y posiblemente seguirá pasando, pero estoy conforme con los defensores y tenemos un gran arquero", sentenció.
Una declaración de apoyo, aunque el funcionamiento colectivo de la zaga y el guardavalla -reaccionó tarde en los dos goles; no brindó seguridad ni presencia en el juego áreo- haya sido deficiente frente a un rival de segundo orden en el espectro mundial. "Nos llegaron con centros, nada más, y los tuvimos bastante controlados", analizó Federico Fernández, el punto más flojo de la línea de fondo: perdió la marca de Jonas Olsson en el primer gol y siempre dio sensación de inseguridad.
La Argentina puede presumir de haber obtenido un triunfo en forma merecida. Sustentada en la superioridad que ejerce su poder ofensivo sobre el rival. El ataque estuvo arriba en los índices que marcan la diferencia: desequilibrio, precisión en velocidad y efectividad delante del arco adversario. Pero también deberá examinar los aspectos defensivos, porque los laterales sufren, los zagueros centrales no se afianzan y ese es un problema de la estructura y no de un solo jugador. Por ahora, el contexto indica que vale la pena intentar con esta fórmula.