3 de febrero de 2014 |
BATALLA DE CASEROS. |
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FERIADO PROVINCIAL SIN BANCOS Y SIN ACTIVIDAD OFICIAL.
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Por el feriado provincial, en la jornada de hoy no habrá actividad bancaria ni financiera en toda la provincia. Así lo confirmó Juan Carlos Navarro titular de la Bancaria. “Como en cada feriado, los bancos en Entre Ríos no abrirán sus puertas”, señaló. La conmemoración El 3 de febrero de 1852 tropas argentinas, brasileñas y uruguayas al mando de Justo José de Urquiza vencieron en el palomar de Caseros, cerca de la actual Capital Federal, al ejército al mando de Juan Manuel de Rosas, en una batalla de que participaron decenas de miles de soldados y que abrió la perspectiva de la organización nacional según criterios modernos.
La batalla se libró en el sitio conocido como Monte Caseros, actual estación El Palomar, y significó el ocaso de Rosas tras un extenso período de gobierno e influencia nacional. El “Ejército Grande” de Urquiza estaba constituido por entrerrianos, correntinos, algunos bonaerenses, brasileños y uruguayos. Rosas el año anterior había declarado la guerra al Brasil. Esto propició acciones en su contra, que llevaron a la firma de un tratado el 21 de noviembre de 1851 entre los gobiernos de Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y el Imperio de Brasil. Por este tratado, el general Justo José de Urquiza se comprometía a pasar el Paraná para combatir a Rosas. Se constituyó entonces el denominado Ejército Grande. El día 3 de febrero de 1852 el Ejército Grande de Urquiza, tras cruzar el Paraná por Punta Gorda, Diamante, atravesó el arroyo Morón y se situó frente a las tropas de Rosas, que se hallaban a la altura de Caseros. Ante la derrota, Rosas se marchó con sus familiares a Gran Bretaña. Pronto Urquiza comprendió que la victoria obtenida sobre Rosas en Caseros tendría un gusto amargo. Con buen tacto político y seguramente para evitar reacciones populares contra su persona, decidió nombrar como gobernador provisorio al rosista Vicente López y Planes, autor del himno nacional. Pero los emigrados unitarios, una vez vueltos a Buenos Aires, no tardarían en hacer sentir su influencia. Para Brasil la batalla de Caseros implicó un resonante triunfo de su política de debilitar la presencia rosista en la cuenca del Plata. Lograba la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, factor que daba salida a la economía del Mato Grosso. Estos beneficios se sumaron a los que ya había obtenido sobre el Estado Oriental, gracias a los acuerdos firmados en octubre de 1851 con el oriental Andrés Lamas. Para Inglaterra y Francia la caída de Rosas ofrecía las tantas veces frustrada oportunidad de negociar la libre navegación de los ríos interiores. En abril de 1852 ambos países europeos mandaron con este objeto a sus enviados especiales, como también lo hizo el gobierno norteamericano. Finalmente, el 10 de julio de 1852 Urquiza firmó tratados con Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, que establecían el libre tránsito de los ríos Paraná y Uruguay. Por otra parte, las consecuencias políticas y económicas de la Guerra Grande en la Banda Oriental -que se inició con el comienzo de la lucha de Rivera contra Oribe en 1839, se agravó con el sitio de Montevideo por parte de las fuerzas de Oribe-Rosas establecido en febrero de 1843, y terminó con la capitulación de Oribe pactada con Urquiza el 8 de octubre de 1851- fueron marcadamente negativas para la economía, la sociedad y el gobierno uruguayos. Tanto los “blancos” como los “colorados” estaban desilusionados de la intervención extranjera. Los partidarios de Oribe lo estaban por la vulnerabilidad que demostró Rosas ante el levantamiento de Urquiza. Los seguidores de Rivera por la falta de vocación demostrada por los ingleses y franceses para destruir el régimen de Rosas. Ambos partidos estaban también molestos por la descarada explotación a que sus respectivos aliados “externos” sometieron al Uruguay. La matanza indiscriminada de animales, el asalto de rebaños, el consumo de ganado por parte de las tropas que atravesaban la campaña oriental arruinó la actividad ganadera y saladeril. Además, el gobierno uruguayo se había endeudado con los prestamistas locales y extranjeros. Por último, se registró una notable reducción de la población oriental: de 140.000 habitantes en 1840 a 132.000 en 1852; por su parte, la población de Montevideo disminuyó de 40.000 habitantes a 34.000. No obstante las ventajas territoriales obtenidas por el Brasil en la República del Uruguay, la diplomacia brasileña enfrentaba un obstáculo serio con este país. El tratado del Pantanoso firmado entre Oribe y Urquiza el 8 de octubre de 1851 estableció el principio de “ni vencedores ni vencidos”, lo que dejaba a los “blancos” en pleno ejercicio de sus derechos cívicos y con claras posibilidades de llegar al gobierno, ya que eran mayoría en la república oriental. Nuevamente Urquiza había obrado unilateralmente, pero esta vez perjudicaba no a los intereses de Rosas sino a los del Brasil. El Imperio no toleraría a los blancos que habían seguido a Oribe, aliado del tan detestado Rosas. Preocupado por el seguro triunfo de los blancos, el senador y jefe del partido saquarema Honorio Hermete Carneiro Leao se entrevistó con Urquiza días después de Caseros para conversar sobre este tema. Urquiza le contestó que el Brasil debía dejar en paz a los orientales. El 1º de marzo de 1852 se dio el triunfo en Uruguay de Juan Francisco Giró, del partido blanco. Disgustadas por el resultado, las autoridades brasileñas exigieron el cumplimiento de los tratados Lamas a través de Carneiro Leao. El presidente Giró rechazó la exigencia brasileña, confiando en el apoyo de Urquiza y alegando que la Confederación Argentina, en su carácter de firmante de la Convención de Paz de 1828, era parte interesada en la cuestión. Pero a pesar de las expectativas de Giró, Urquiza, que era deudor del Brasil y que a partir del Protocolo de Palermo del 6 de abril de 1852 ya era el encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, decidió convalidar la posición del Imperio. Además, el 28 de agosto Urquiza decretó la libre navegación de los ríos y se dispuso a reconocer la independencia paraguaya, enviando a Santiago Derqui para negociar con el presidente paraguayo Carlos Antonio López. Ambas medidas eran viejas aspiraciones brasileñas. Finalmente, el triunfo de Urquiza trajo una consecuencia no buscada: la rebelión de la provincia de Buenos Aires contra su autoridad a través de la revolución del 11 de septiembre de 1852, a la que debe su nombre la plaza “del Once” en la Capital Federal, y su erección en Estado separado. Este acontecimiento abría una nueva etapa de guerras civiles entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina que recién se cerraría en 1861.
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