En este febrero que pasó hubo un tema de conversación recurrente y no fue para menos. La lluvia captó la atención de los que se empapaban al salir del trabajo un tanto desprevenidos, desinformados o simplemente sin paraguas; de los que salieron de vacaciones y tuvieron que arreglárselas sin playa soleada alguna; de los que inventaron ceremonias y rutinas para esos días de agua y más agua; de los que se pronunciaron a favor o en contra en cualquiera de las redes sociales por Internet. Por qué llovió tanto, de pronto, entonces.
En el INTA Estación Experimental Paraná llevan la cuenta de las lluvias ocurridas en la región, desde 1934. De la lectura de esos pormenorizados datos, se desprende que en febrero de este año cayeron 147,8 mm en la zona de Oro Verde –donde está ubicado el medidor del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria- cuando la media mensual para el segundo mes es de 109,1 mm.
En estos 80 años de registro, hubo años en que se produjeron lluvias máximas como las de febrero de 1984 con 354 mm y también situaciones de mínima como las que se dieron en 1934, por caso, cuando la lluvia de ese mes fue de 4,5 mm o febrero de 1991 con 4,1 mm, según datos suministrados por el ingeniero Néstor Garciarena del Observatorio Agrometeorológico del INTA.
En tanto, de acuerdo a los informes que suele hacer la Dirección de Hidráulica de la provincia en el marco de la red de Alerta de la Cuenca del Plata, durante el mes de febrero de este año, hubo “lluvias normales a por encima de lo normal en el centro-sur del Litoral, noroeste argentino, cuenca baja del Uruguay y alta del Paraguay, con valores de + 180 mm en la cuenca baja del Uruguay. En Paraná se produjo una precipitación total de 176,3 mm, según datos obtenidos por la Estación Meteorológica Automática de la Dirección de Hidráulica de Entre Ríos, superior al valor medio histórico establecido para este mes de 127 mm.”
Razones. Para dar cuenta del fenómeno, consultó a personal técnico del Departamento de Hidrología y Ordenamiento de Cuencas, a cargo del Dr. Ing. Oscar Duarte, de la Dirección de Hidráulica. Cabe destacar que desde esta área suelen elaborar informes basándose en estudios realizados por personal del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
“La atmósfera (capa de gases que envuelve la tierra) se mueve en forma compleja pero organizada. Son estos movimientos, entre otras cosas, los que redistribuyen el calor que llega a la Tierra. Esto hace que haya vientos del este en los polos, del oeste en latitudes medias, vientos alisios en las regiones subtropicales y monzones en la India; estas configuraciones se conocen como circulación general de la atmósfera. Dicha circulación es la causante de las condiciones promedio del tiempo, mientras que sus variaciones son las que conducen a las anomalías climáticas”, explicaron los especialistas.
Con diversos ejemplos ilustraron el asunto. “En los últimos años se han producido sucesos climáticos severos en la mayor parte del globo terráqueo. Hubo inundaciones en los EE UU, Cuba, Ecuador, Perú, Bolivia, el sudoeste de Brasil y el noreste de Argentina, así como sequías en el noroeste de Brasil, gran parte de África y Australia, y en Melanesia. Para poder ver el efecto sobre el clima de las fluctuaciones en la circulación en general, es que se analizan las desviaciones de la temperatura de superficie y de la precipitación, respecto de sus valores normales, denominándose anomalías climáticas. Indudablemente durante las últimas décadas en el territorio de la República Argentina se ha producido un notorio aumento de la precipitación, característica que no es general para todo el país sino que está circunscripta a algunas regiones”, agregaron.
Lo que viene. No se trata de una anomalía climática, aclararon. En realidad “estudios realizados por el Dr. José Hoffmann y las licenciadas Silvia Núñez y Ana Gómez, han demostrado que se ha tratado de una variación climática. Es decir, fluctuación o componente de la misma, cuya escala temporal característica es suficientemente larga para manifestarse como inconstancia apreciable en sucesivos valores normales (promedios de 30 años de una variable)”, señalaron desde Hidráulica.
Por otra parte, según el último informe enviado por los organismos mencionados, los resultados de los Centros Mundiales de Pronóstico Climático pronostican para lo que queda de marzo y abril “la probabilidad de ocurrencia de precipitaciones normales a por debajo de lo normal, en centro-norte del Litoral, cuenca del Iguazú y no regulada del Paraná; lluvias normales en el sur del Litoral y cuenca del río Uruguay y finalmente en el norte de Buenos Aires y extremo sur de Entre Ríos y Santa Fe se esperan lluvias normales o por encima de lo normal”.
Producción
En los informes semanales que el doctor José Luis Aiello elabora para la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, se lee que “no son pocas las localidades del sudeste o del sur de La Paz y áreas de Feliciano, donde los acumulados son próximos a los 300 milímetros de lluvia, es decir que hay áreas con una notable sobreabundancia de lluvias pensando en la normal de febrero”.
Al finalizar el segundo mes del año, “las reservas de humedad se ubicaban en valores muy acomodados para el desarrollo de los cultivos en gran parte de la provincia”. De modo que la provincia cerró febrero sin limitantes hídricas para los cultivos principales de verano. “Aquellos que lograron superar en forma satisfactoria las duras condiciones que se impusieron desde mediados de diciembre hasta pasado mediados de enero, muy probablemente tengan un potencial de rendimiento satisfactorio. Las condiciones ambientales de febrero han definido un contexto que facilitó el desarrollo de enfermedades de fin de ciclo. En este sentido es muy bienvenido el cambio de condiciones meteorológicas que se está imponiendo en las primeras semanas de marzo. Pues los cultivares necesitan insolación y los suelos, orearse para que los productores logren hacer las tareas pertinentes a la mitigación del desarrollo de las distintas enfermedades favorecidas por la persistencia del ambiente húmedo”, apuntó el profesional.
El cambio climático
Cada vez es más frecuente encontrarse con veranos más agobiantes y lluvias más intensas en Argentina. Y, según los expertos, las inundaciones registradas son una confirmación de lo que hasta hace poco era sólo una sensación: el cambio climático está aquí y está ocurriendo ahora.
Para entender el tema es necesario hacer un poco de historia. Desde 1950, el mundo experimenta cada vez más olas de calor y precipitaciones intensas. En Argentina, los niños continúan aprendiendo sobre las estaciones del año pero las personas experimentan algo diferente: veranos cada más extensos -y otoños más cálidos- con inviernos cortos y suaves.
Desde la segunda mitad del siglo XX, el clima se ha caracterizado por una mayor frecuencia de precipitaciones al este de los Andes, incremento de los caudales en la Cuenca del Plata, menos lluvias y aumento de la temperatura en la Cordillera (Cuyo, Patagonia Norte y Chile Central), recesión de los glaciares al sur de nuestro país y olas de calor en la supuesta estación más fría del año al norte.
Pero ¿cuál es la relación entre estos fenómenos y el cambio climático? Vicente Barros, investigador de la UBA y Conicet y representante argentino en el Panel Intergubernamental de Cambio Climático explica que no se puede establecer un vínculo directo entre cada evento climático extremo con el proceso de calentamiento global, ya que el mundo experimentó en el pasado inundaciones, sequías y huracanes.
“Pero la repetición de estos eventos y su mayor frecuencia es el indicador de un cambio”, advierte durante un debate en Buenos Aires llamado Cambio Climático: impactos sobre nuestro país. El caso de las recientes lluvias extremas.
¿Es esto culpa del hombre? Donde hay más humedad y más calor es más probable que llueva. Donde hay más zonas desforestadas, hay menos árboles que absorban la humedad y moderen los caudales del agua. Y ésta es tan sólo una de las tantas formas en las que la mano del hombre definitivamente está dejando rastros en el clima de nuestro planeta.
Según Barros, “hay evidencia de que el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero causado por las actividades humanas, ha provocado estos extremos”. La teoría es la siguiente: a mayor cantidad de gases de invernadero, más temperatura en la atmósfera, por ende, más humedad y más precipitaciones, lo que lleva a mayores demandas de consumo de energía. Y así, el ciclo vuelve a empezar.
El experto recomienda mejorar la infraestructura y promover una producción más amigable con el medio ambiente, invertir en sistemas de alerta a nivel provincial -ya que cada provincia debería ver cuál le funciona mejor – e instruir a la población para saber qué hacer ante una emergencia.
En la otra orilla
Para los santafesinos, 17 de los 28 días de febrero fueron lluviosos, con un total de 265,25 mm de agua caída, un nivel de precipitaciones que colocó a este mes en el ranking de los más lluviosos en los últimos 10 años. Para Ignacio Cristina, docente investigador del Centro de Informaciones Meteorológicas de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), no hay demasiada sorpresa: “El clima se viene monitoreando y desde el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) ya estaba pronosticado un trimestre con lluvias normales o superiores”.
Cabe añadir que en Argentina los meses de marzo y abril son los más lluviosos del año, mientras que febrero es una antesala a ese período de precipitaciones. Según Cristina en los últimos 10 años la media en febrero para Santa Fe fue de 151 mm de lluvia, y nueve días lluviosos. Este dato permite ubicar al año 2014 segundo, detrás de 2010 cuando cayeron 357mm de agua.
No obstante, si la lluvia está dentro de los parámetros climáticos de la zona, lo que llama la atención de los investigadores es la intensidad y virulencia de las tormentas. El 10 de febrero, por ejemplo, llovieron 113 mm en pocas horas, provocando inundaciones en algunas zonas de la vecina ciudad, la suspensión de servicios de transporte público y serios inconvenientes al tráfico. Este fenómeno se asocia con los cambios climáticos que experimenta el planeta, provocados en parte por el calentamiento global.
“A partir del aumento global de temperatura, lo que se está observando en los últimos años es una mayor variabilidad de los eventos extremos”, informó Olga Penalba, docente del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Universidad de Buenos Aires. “En el caso de la precipitación, al ser una variable que se acumula a lo largo de un período, en este caso un mes, son distintos elementos que entran en juego: el número de días que llueve, la cantidad de agua caída. Un mismo valor mensual de lluvia puede estar dado por distintas combinaciones, dos de las cuales pueden ser: pocos días de lluvia en los cuales llovió mucho o muchos días de lluvia de poca cantidad”.