Advierten sobre llamados telefónicos
Empleada viajó de San Salvador hasta Concordia por estafa en secuestro virtual.
Graciela (36) una empleada de un reconocido Estudio Contable de la ciudad de San Salvador, fue blanco de los “delincuentes telefónicos”.
Pasada las 09 de hoy, Graciela, como desde hace casi 20 años, desempeñaba sus quehaceres en el estudio contable de Jorge, un reconocido profesional de la vecina ciudad del arroz, quien a su vez dicta clases en la Universidad de Concepción del Uruguay, cuando de pronto recibe un llamado telefónico que la dejó estupefacta, indicaron fuentes policiales.
Una voz masculina le hace saber que Jorge (que en esos momentos se encontraba en C. del Uruguay) había tenido un terrible accidente y que era voluntad del propio empleador no enterar a la familia y confiarle este acontecimiento solo a su empleada, para que pudiera manejar las cosas.
A su vez, le dicen: “Anda al escritorio privado de Jorge, encerrate ahí que te quiero decir algo!!!”. Sin dudarlo, a sabiendas que existe verdaderamente ese espacio privado en el Estudio, fue y se encerró. Ahí recibe la peor de las noticias. “Tenemos secuestrado a Jorge, de vos depende su vida si no haces lo que yo te digo”
Absolutamente conmocionada, Graciela escucha con muchísima atención las órdenes que el “secuestrador” le impartía. “Juntá toda la plata que tenés en la caja, salí del estudio, comprá un celular liberado, pasame el número y apagá el tuyo o lo mato a Jorge”, le dijo la voz en el teléfono según indicaron fuentes policiales.
Sin dudar un instante, la noble mujer agarró el dinero que tenía y salió despavorida por las calles de San Salvador en busca de un celular. Una vez comprado el mismo, e informado el “secuestrador”, apagó su línea personal y continuó con la odisea.
En principio, tenía que depositar todo el dinero en una cuenta, pero debido a una caída de sistemas no había en toda la ciudad ningún banco o negocio que pudiera efectuar esa transacción. Enterado el “secuestrador” de esta inesperada divergencia, no dudo el ordenarle: “Tomate ya un remis y andate a Concordia, alojate en un hotel céntrico y espera directivas mías”.
La mujer cumplió al pie de la letra lo que estaba escuchando, pero antes de tomar el remis se encontró con Sandra (una amiga de la infancia) y se animó a comentarle algo de lo que estaba pasando.
Llegó a Concordia, se alojó en un hotel. Después de ello, le indicaron depositar en el correo una suma de dinero y otra de menor cuantía en una Agencia ubicada en calle Entre Ríos de esa ciudad.
Cuando esto estaba sucediendo, Sandra concurre a la Jefatura de Policía de la ciudad de San Salvador y cuenta la odisea que atravesaba su gran amiga.
Simultáneamente, la vecina Jefatura pone en conocimiento del hecho al Jefe del Comando Radioeléctrico local, Comisario Rubén Vittori, quien personalmente concurre al hotel donde supuestamente estaría alojada Graciela, corroborando que efectivamente estaba registrada como “pasajera” pero no se hallaba en el interior de la fonda, logrando interceptarla (muñido de las características físicas de Graciela) al momento mismo que descendía del remis a pocos metros del pórtico hotelero.
Su primera expresión fue textual: “No se acerque a mi, esto es de vida o muerte”. Pero valido de la experiencia, y con la certeza de que Jorge estaba plácidamente dando clases en la Facultad de la histórica C. del Uruguay, el citado Oficial Jefe, le dio la buenaventura de que todo estaba bien, que era víctima de una estafa telefónica y que todo era una farsa pergeñada por inauditos delincuentes.
Presa de una crisis de llanto, Graciela fue acompañada hasta esta Jefatura de Policía donde fue inmediatamente contenida por personal policial femenino, y comunicada con sus familiares que la buscaban intensamente por todas partes.
Con esta efectiva intervención, se aborto la estafa en proceso impidiendo que continúe la erogación masiva de dinero y extraer de este foco de incertidumbre y nerviosismo a la victima que ya había adquirido (por orden del delincuente) y aun tenía consigo, varias tarjetas telefónicas de diversas compañías, cuyos códigos debían ser pasados vía mensajes a los “secuestradores”.