Documento Radical
Luego de la reunión de Villaguay.
A lo largo de sus 121 años puede interpretarse claramente que la Unión Cívica Radical es el partido de la democracia y la ética, de la libertad y la igualdad. Estos principios son para nosotros derechos supremos y protegidos. Y es también -o pretendió ser siempre- un partido de gobierno, no de oposición, y nunca un socio menor del poder.
Los radicales entrerrianos, como todos, debemos revalidar permanentemente la fe en nuestra doctrina y nuestras banderas, pero no a manera de enunciación de principios abstractos. Deben ser la guía en nuestra acción política, dentro de nuestro propio partido y hacia el conjunto de la sociedad. Cuando gastamos más energías en debilitar a dirigentes radicales que en enfrentar, denunciar y derrotar democráticamente a los verdaderos adversarios, estamos haciendo cualquier cosa, menos honrar nuestra doctrina.
El radicalismo de Entre Ríos no debe rehuir a ningún debate sobre su pasado reciente ni su presente, pero consideramos que es tiempo de enfocarnos en esta nueva etapa que empezamos a transitar.
La nuestra ha sido una provincia que ha acompañado al radicalismo y al peronismo en distintos tiempos, ha sido siempre móvil y heterogénea. A esa heterogeneidad debemos saber interpretar para representarla nosotros y ya no más este gobierno. Para eso, debemos fortalecer al radicalismo entrerriano con la construcción de un espacio interno fuerte, con identidad propia, que acumule voluntades de correligionarios con quienes tengamos afinidad de objetivos, que busque denominadores comunes, no posiciones idénticas. Sólo deben quedar excluidos aquellos que tengan acuerdos con el modelo oficialista o sean funcionales a él.
Este gobierno ha recibido los beneficios de un crecimiento económico de toda la región como nunca en la historia, y no supo aprovecharlos. Así lo evidencia, entre otras cosas, el creciente endeudamiento de la provincia, el déficit de la Caja de Jubilaciones, los préstamos que el gobierno debe pedir y las letras que debe emitir para poder pagar los sueldos a los empleados públicos, o la inaceptable demora para cubrir la deuda con el IOSPER. A estos graves problemas los venimos denunciando permanentemente desde el partido.
El gobierno de Urribarri paralizó las pocas obras públicas que se estaban realizando, no se construyen viviendas. Seguramente porque le da vergüenza, ha dejado de prometer la construcción de un hospital en Paraná y ahora habla de un mega estadio de fútbol. El gobernador le lleva las valijas a la presidente en cada viaje al exterior pero nunca se animó a exigir lo que por derecho federal nos corresponde a los entrerrianos; y como consecuencia, la educación, la salud y la seguridad públicas están cada vez peor.
Este gobierno utiliza la casi totalidad del poder público para nombrar jueces amigos, aunque no sean idóneos; para armar un enorme aparato de propaganda y desde ahí condicionar a medios de prensa y a periodistas; para extorsionar intendentes y dirigentes sociales opositores; para enriquecerse en forma personal usando el Estado como si fuera propio; para hacer leyes absurdas, que luego ellos mismos tienen que derogar rápidamente; para mantener intervenidas universidades.
Este gobierno provincial gobierna aplicando el más burdo populismo. Y al populismo sólo le interesa el presente y el poder. Provoca inflación, desigualdad, arbitrariedad, clientelismo, corrupción, concentración de poder y autoritarismo. Sus males no se curan con más populismo.
No hay que barajar y dar de nuevo, hay que cambiar el mazo. El desafío
Es ahí donde los radicales entrerrianos tenemos el enorme desafío del que hablábamos: reencontrarnos con nuestros valores para enfrentarnos a este gobierno y reconciliarnos con las mayorías, con sus nuevos excluidos y los sectores de la sociedad que hoy son abandonados por el Estado y la justicia. Para ganar elecciones, como siempre lo hizo el radicalismo, tenemos que recrear y adaptar su doctrina a los tiempos presentes y no avanzar mirando el espejo retrovisor.
Para eso son necesarias múltiples acciones. Pero es seguro que no lo podremos hacer si no cuidamos a cada afiliado, a cada militante y a cada dirigente radical. Sobre todo a los que hoy nos representan en distintos lugares institucionales. De la mano de ellos, de cada comité, de cada radical vamos a retomar el camino del reencuentro entre nosotros, para luego reencontrarnos con la sociedad y llegar al gobierno.
El desafío de la hora nos impone a los radicales, con el necesario ejercicio autocrítico, confluir en una corriente integradora, vigorosa y sólida. Que priorice las cuestiones esenciales, y sepa deponer estériles internismos y personalismos. Para fortalecer al partido y ofrecer a la sociedad una alternativa que la ayude a superar de una vez por todas el atraso, la dependencia y las injusticias en esta provincia.