Yo los perdono, pero quiero que no lo hagan más”. La frase quedó estampada en el acta, y pertenece a una víctima del asalto a un centro médico que ayer dio un detallado y valiente testimonio en el juicio a los dos acusados de irrumpir en la clínica, despojar de sus pertenencias a pacientes y profesionales, y encerrarlos a todos en dos baños. Mauro Olivera, de 29 años, y Néstor Zárate, de 35, tuvieron ayer una jornada adversa cuando todos los testigos los marcaron como los autores del violento episodio. Dos cosas llamaron la atención ayer por la mañana en la Sala 2 de la Cámara del Crimen: una es que Olivera y Zárate, oriundos de Mosconi Viejo y Bajada Grande, no hayan aceptado un juicio abreviado, en el que reconocieran su responsabilidad en el hecho y reciban una pena menor por los graves delitos de Robo calificado en grado de tentativa y Privación ilegítima de la libertad en concurso ideal, ya que las pruebas son contundentes en su contra. Sin embargo decidieron avanzar hacia el juicio oral, donde probablemente rechacen el agravante del primer delito y por completo el segundo.
La segunda cuestión sorprendente fue la certeza y la seguridad con que las cuatro testigos-víctimas que ayer declararon en el juicio señalaron a los acusados, y brindaron detalles de lo que recordaban del dramático episodio. No suele suceder en todos los debates, donde el olvido o el miedo dificulta esclarecer el hecho investigado.
Como los imputados se abstuvieron de declarar, se escuchó la versión del asalto en las voces a veces un poco temblorosas de las testigos. A las 16 del 2 de junio de 2010, el centro oftalmológico Alfredo Bermúdez, ubicado en Uruguay al 700 (casi Santa Cruz), funcionaba con normalidad cuando en un momento irrumpieron dos sujetos a cara descubierta, armados, uno con un arma blanca y otro con un arma de fuego: “¡Esto es un asalto, boca abajo al piso!”, dijeron y obligaron a todos a tirarse al suelo de la sala de espera, incluso a los recién operados, y entregarles sus pertenencias: relojes, anillos de boda, celulares, billeteras, zapatillas, mientras le apuntaban con el cuchillo y la pistola. Aunque los insultaban y apuraban, no ejercieron violencia física hacia las víctimas, más que algún empujón, y les decían que si no los miraban a la cara y que no gritaban “no les iba a pasar nada”. Además, nadie opuso resistencia al robo y obedecieron a los asaltantes. Los ladrones parecían estar bajo los efectos de algún estupefaciente, porque actuaban como si estuvieran fuera de sí.
Luego los obligaron a levantarse y entrar a un pequeño baño que hay en la clínica. Como no entraban todos,algunos fueron introducidos en otro baño. Cerraron con llave las puertas de los baños y los dejaron adentro sin posibilidades de salir. Así intentaron emprender la huida con el botín, pero una de las víctimas que escondió su celular logró llamar al 101 del Comando Radioeléctrico, y personal de esta dependencia policial y del Grupo de Infantería Adiestrada, en cinco patrulleros, llegó hasta el lugar. Uno de los ladrones fue reducido a metros de la puerta del centro médico, mientras que el otro tras intentar escapar por otro lado fue reducido en el interior de la cínica.
En la requisa practicada sobre las pertenencias de los delincuentes, se encontraron con que la pistola calibre 38, que habría portado Zárate, no tenía balas, por lo que fue descartada en la imputación como agravante del robo, aunque se mantiene la calificación por el cuchillo que empuñaba Olivera.
Hoy continúa el debate con más testimoniales, ante el tribunal integrado por Hugo Perotti -presidente-, José María Chemez y Daniel Malatesta.
Prontuarios
Ambos acusados por el asalto al centro médico ya purgaron penas por otros robos, con tres condenas cada uno, por lo cual si les llega otra sentencia adversa perderán algunos beneficios durante su cumplimiento por ser reincidentes.