Le tocó nacer en una provincia en la que casi doce de cada 1000 bebes mueren antes de cumplir un mes. Tal vez por eso los médicos creyeron que no tenía chances. Nació, pero la anotaron con un doble cero. Significa que había llegado a este mundo sin vida. La pusieron en un cajón, lo clavaron y lo guardaron en la morgue. Pero su corazón latía. Luchó contra el frío, contra la desidia y contra el abandono. Finalmente, y a pesar de todo, la vida se abrió paso: Luz Milagros, la beba que venció a las estadísticas de mortalidad neonatal, hoy cumple su primer mes de vida. Continúa internada en el hospital Perrando de Chaco, pero con una evolución favorable. Ya pesa casi un kilo y se alimenta con leche materna. Sus cuatro hermanos cuentan los días que faltan para que puedan tenerla en casa y disfrutarla como alguna vez imaginaron.
Los médicos todavía no hablan de secuelas. Por el momento, según cuentan los padres, no encuentran razones para hablar de daño neurológico. Ni las doce horas que estuvo en un freezer en la morgue ni el paro cardíaco que tuvo a la semana de nacer parecen haber dejado huellas visibles. Por el momento, mueve todos los dedos de las extremidades y logra visualizar a sus padres. Todos están sorprendidos por la buena evolución de los últimos días. "Se esperaba que para el primer mes recuperara los 870 gramos con los que nació, pero ya está casi en un kilo", se entusiasma Fabián Verón, el padre. Eso sí, por el momento, Luz tiene que tomar una medicación para evitar convulsiones como las que sufrió hace unos días.
Analía Boutet, su madre, la mira en la sala de terapia intensiva neonatal y no lo puede creer. Ya le permiten alzarla y besarla. Puede hacerlo cada tres horas. La beba toma su leche por sonda. Por lo menos pasarán otros dos meses para Luz pueda dejar el hospital.
Todas las tardes, cuando salen del colegio, sus hermanos, Ramiro, de 5 años, Camila, de 8, Micaela, de 9 y Santiago, de 12, se van con el papá al hospital. La vida familiar de los Verón se vio alterada desde que nació la más chiquita. La mamá pasa todo el día en el hospital: sale de madrugada de Fontana, en las afueras, para llegar a las 6.30 al hospital y ver a Luz. Se queda allí hasta las 22.
"Es una leona. Lucha cada día por salir adelante. Luz es muy dulce. Le encanta estar en contacto conmigo. Fija la mirada, se ríe", cuenta Analía. Una mezcla de emociones le corre por las venas. "No puedo creer que hace un mes aquí me dieron la peor noticia. Y ahora, el milagro es real y está entre nosotros: mi hija está viva", dice.
Mientras habla de aquella noche, Analía se anima a volver a transitar el recorrido que hace un mes la llevó a descubrir que su hija en realidad estaba viva . Eran como las 21.30. El pabellón de la morgue es el último del predio de tres manzanas que ocupa el hospital. El camino es oscuro y está cargado de postales de abandono. "Yo quería verla. Golpeamos la puerta de la morgue y salió una señora. Le explicamos y nos hizo pasar. Buscaron el cajoncito, era como éstos", dice Analía, y muestra una pila de tres cajones que se acumula en la puerta de la morgue. "Yo tomé aire y miré, sin saber qué iba a encontrar. El cuerpito estaba cubierto por una tela. Le vi la carita, tenía los ojos abiertos y giró la cara y la mano hacia mí. Hizo como un quejidito. Pensé que estaba loca. Grité: «¡Señora, ¿por qué mi bebe se está moviendo?!» La señora de la morgue se acercó. Ya movía las manos y las piernitas. La levantó y empezó a caminar para la salida, pidiendo ayuda", cuenta Analía.
Luz estaba dura como una botella congelada y tenía hielo en la cara. Analía se quedó en la morgue, de rodillas. "Pobrecita, ¿por qué no vinimos antes? -se preguntaba la madre-. Mi hija está viva por milagro de Dios. Ahora es suya."
¿Fue realmente un milagro o fue negligencia?, es la pregunta que muchos se hacen. "Hubo negligencia. No sé si mi hija estuvo muerta y resucitó o si siempre estuvo con vida. El milagro -resume la mamá- es que, a pesar de la negligencia, hoy Luz esté con nosotros".