La vorágine de esta ciudad puede atropellar. Todo es demasiado veloz. Prolijamente veloz. No da demasiados respiros: gente, construcciones, más gente y pasión. Esa que se encierra en cada rincón de esta cosmopolita urbe. La que se potencia por el fútbol, por Boca y Unión Española. La que palpitará hoy, desde las 19.30, cuando se resuelvan los octavos de final de la Copa Libertadores. La intensidad nunca baja, todo es potente, porque mañana continuará el fútbol concentrando la atención con la Universidad de Chile y Deportivo Quito. Pero cuando se frene el balón, rebotará la misma pasión en cada esquina con los ruidos de la lucha que comenzó el año último de la mano de Camila Vallejos por los derechos de los estudiantes, se trepará a la estatua de Salvador Allende frente a la Casa de la Moneda y encontrará descanso en el barrio Bellavista, en la casa donde vivió Pablo Neruda. Donde creó cada uno de sus versos, esos que hacen que cada calle tenga el perfume de su pasado; en las mismas en que los hinchas de Boca se hacen escuchar, donde se lamentan por no tener a Silva, a Ledesma o a Somoza y se encomiendan a Juan Román Riquelme, a su inspiración, y a la que en 2012 encontró Pablo Mouche. Y con ellos llegar a los cuartos de final.
Aquí donde late el corazón financiero de la ciudad, Boca edifica sus sueños de avanzar a la siguiente instancia, ya que trae consigo el éxito por 2-1 que consiguió en el juego de ida en la Bombonera. Hace cuentas y sabe que si pierde por el mismo resultado por el que ganó en el primer partido irá a los penales, pero si cae 1-0 o por más de un gol de diferencia se acabará esta aventura continental. Necesita de la impronta de su conductor intelectual, de Riquelme, que estará por primera vez desde el arranque como visitante.
En nueve ocasiones el N° 10 de Boca jugó ante equipos chilenos: ganó seis veces, igualó una y perdió dos encuentros. El primer impacto fue en 1997 ante Universidad Católica (2-3) en un partido amistoso. Aunque después, por competencias oficiales, las estadísticas le ofrecen un guiño. Porque en la Libertadores ganó cuatro veces y sólo perdió un cotejo, ante Colo Colo (2-0), el 20 de marzo de 2008. También se midió con conjuntos trasandinos por la Supercopa y en la Copa Mercosur y no perdió ningún encuentro.
Pero así como esta ciudad recuerda su pasado y Boca lo hace con Riquelme, tiene un agitado crecimiento que se refleja en la modernidad de sus edificios y sus sistemas de transporte. Y el conjunto xeneize también puede sentir que puede crecer en su estructura, ya que encuentra nuevas formas de construir su futuro porque Pablo Mouche explotó en 2012 y se ha ganado el respeto. Incluso, se ha quedado para esta noche con el lugar del Tanque Silva.
Quizá sus números, los de Mouche, puedan explicar por qué el escurridizo delantero estará desde el arranque con Cvitanich como pareja ofensiva. Es que en este año participó en 21 partidos y en 12 de ellos fue titular. Además, cuando estuvo desde el inicio, el equipo ganó seis veces, empató cuatro y cayó en dos oportunidades; marcó cuatro tantos.
Así Boca quiere dar su paso a los cuartos de final. Con la historia de Riquelme y la actualidad de Mouche. Como si se hubiesen mimetizado con esta ciudad, que luce tan bella por su historia como por su futuro.
