El aumento del riesgo y la incertidumbre de la economía local, en un momento en el que además deben esforzarse por dar mejores recompensas por el dinero que reciben de los ahorristas, llevaron a los bancos a encarecer fuertemente los créditos y los servicios que ofrecen a los particulares. El ajuste se hizo explícito en los sitios web de cada uno de ellos y en las cartas que deben enviar a sus clientes obligados por la regulación del Banco Central: entidades de primera línea, y con buenos niveles de liquidez, cobran ya un costo financiero total por préstamos que superan muchas veces el 100 por ciento anual (para una tasa nominal que se ubica ahora entre el 60 y el 70 por ciento); y empezaron a avisar a sus clientes que incrementarán entre un 30 y un 40 por ciento las comisiones de sus servicios y productos básicos. El encarecimiento de los préstamos es inédito en los principales bancos privados: por una línea personal a 12 meses, las entidades cobran una tasa de interés nominal que se ubica entre el 44 por ciento y el 68 por ciento anual para quienes acreditan su sueldo en la entidad; pero suman, sobre ésta, otros "cargos" que incrementan sensiblemente la cuota mensual a pagar (como el IVA, el seguro de vida y los gastos administrativos) y que elevan el costo total de la financiación a un rango de entre un 72 por ciento y un 126 por ciento anual.
Los datos recientes sobre el sector reflejan que, en los últimos meses, los bancos lograron ampliar fuertemente la ganancia que obtienen por cada peso que prestan al sector privado: el spread entre la tasa activa promedio (que cobran por sus créditos) y el costo de fondeo (que pagan por depósitos, tanto a plazo fijo como a la vista) subió de 16 a 20 puntos porcentuales desde principios de 2013 hasta febrero de este año. La ampliación de este margen no refleja un aumento de los ingresos totales que obtienen las entidades por esta vía (cayeron de 5.300 millones a 5.100 millones de pesos entre enero y febrero pasado, según el informe sobre bancos del BCRA), pero sí parece ser una evidencia de la decisión que tomó el sector bancario en un año difícil para el sistema: el corte abrupto del crédito (o la contracción) a través de la suba de tasas de interés.
Una lista de factores los inclina a ser menos expansivos: la caída del poder adquisitivo de las familias, en un año en que la inflación podría ubicarse entre el 30 y el 40 por ciento; el consecuente incremento (por ahora leve) que empezó a notarse en la morosidad durante en enero y febrero, al pasar del 2,6 por ciento al 2,7 por ciento del total de los préstamos a individuos; el estancamiento de la actividad, en un año sobre el que ya algunos pronostican una caída del 1,5 por ciento; el temor al aumento del desempleo, luego de que se registrara un deterioro en las mediciones privadas de los indicadores laborales; y la incertidumbre local, tanto económica como política.
Con todo, no se trata del único ajuste que sienten por estos días los clientes bancarios. Las entidades mayoristas, con fuerte inserción en los segmentos sociales medios, anunciaron a principio de año un aumento en los servicios de sus productos básicos, como el mantenimiento de la caja de ahorro y los cargos de renovación de las tarjetas de crédito; otras, más enfocadas en el sector corporativo, empezaron a materializarlo en las últimas semanas. Los ajustes, detallado en las cartas a sus clientes, implica que Juan Carlos Fábrega por ahora prefirió "sepultar" los topes (del 15 por ciento) que había pretendido fijar para cada año su antecesora, Mercedes Marcó del Pont, y dar el visto bueno a la suba de precios de acuerdo con los nuevos costos que deben afrontar los banqueros.
Un relevamiento del sitio especializado Iprofesional detectó que, desde los primeros meses del año hasta hoy, los aumentos se ubicaron desde el 18 por ciento hasta el 25 por ciento para las tarjetas de crédito "no premium". Nada que sorprenda demasiado, en una economía que aún hoy parece encarecer todo a un ritmo del 30 por ciento anual.