Minutos antes de las 20 de ayer, mientras bajaba del coche en el que se trasladó desde su casa hasta la parroquia de San Jaime de la Frontera, Walter Morales confirmó que a 84 días de la desaparición de su padre, en San Jaime de la Frontera, nadie sabe el paradero del vendedor de quiniela Juan José Pocho Morales.
Uno de los dos hijos del agenciero que fue visto por última vez al atardecer del 30 de agosto, cuando recorría las calles del pueblo ubicado en el departamento Federación, comentó que luego de los rastrillajes con centenares de policías, en los últimos días llegó un grupo nuevo de investigadores para dar otro impulso a la búsqueda. Pero no se produjeron resultados.
El enigma del destino de Morales es un rompecabezas que no han podido armar hasta el momento, la fiscal de Chajarí, Julia Elena Rivoira, y el jefe departamental de Policía de Federación, Hugo Castañares, tiene confundido a todo el pueblo y desanima a los familiares. “Vemos que trabajan, que hay policías moviéndose por el tema pero no tienen nada”.
“Hace casi tres meses que desapareció mi papá, y que a esta altura la Policía no tenga nada es de no creer. Si el resultado es este, estamos sonados”, manifestó Walter Morales. Uno de los dos hijos varones de Pocho destacó que al descubrir que el quinielero no volvió a la agencia a las 19.30 como todos los días, y que había salido con su bicicleta y la máquina electrónica para levantar apuestas, salió de inmediato en su búsqueda y alteró a la Policía. “Nos movimos rápido y media hora después hice la exposición. Es muy raro que en tan poco tiempo no haya quedado ni un rastro”, opinó.
Para saber qué avances hay en la causa la familia Morales quiere intervenir como querellante particular, por lo que está en contacto con abogados para presentarse en los próximos días.
Con dolor, el hijo admite que se esfuma la esperanza de que Morales esté vivo.“Pasó mucho tiempo. Nunca una llamada, ni un mensaje. Al teléfono lo seguimos llamando y está apagado”.
La principal sospecha que barajan sus allegados, es que la víctima, de modo fortuito, vio o escuchó algo que no debía y sufrió las consecuencias. “No tenía problemas con nadie, no tenía deuda, ¿por qué entonces?”, se pregunta, desorientado, su hijo mayor. Anoche los vecinos de San Jaime de la Frontera volvieron a marchar desde la parroquia Sagrado Corazón hasta la Lámpara de la Memoria, que se erigió en la zona donde Pocho fue visto por última vez.
“Hay martes que va más gente, y otras veces merma un poco pero los vecinos acompañan bastante”, reconoce Walter Morales.
En San Jaime, uno de los que acompañó activamente el reclamo de justicia es el sacerdote Hugo Grimaux. A principios de noviembre impulsó la firma de un petitorio para la fiscal Rivoira, solicitando “más seguridad para el pueblo, y un mayor empeño de la policía y la Justicia para el esclarecimiento del caso Morales. Nosotros hemos visto moverse a mucha gente en este caso, pero no sé si la investigación como tal avanzó” expuso públicamente en ese momento.
Al martes siguiente de hacerse públicas esas declaraciones, Grimaux no participó de la marcha. Anoche tampoco. Sin embargo, Walter Morales dijo que el sacerdote los sigue acompañando. “Tiene compromisos por una novena en Los Conquistadores, pero nos presta los equipos de sonido y nos sigue apoyando como siempre”, detalló. El joven aseguró que el párroco no tiene ningún temor. “Una vez le mandaron unos mensajes diciéndole que se deje de joder con las marchas, pero no les hace caso. El padre Grimaux conocía muy bien a mi papá, que iba a misa muy seguido. No va a dejar de apoyar las marchas”, afirmó