Diez intentos de secuestros virtuales se registraron ayer en Larroque. Solamente uno habría alcanzado a pactar el pago de la extorsión. El hecho, por su naturaleza, conmocionó a la comunidad.

La tranquila mañana de Larroque ayer fue alterada en varias familias. El teléfono celular de unos, el domiciliario en otros, sonó de improviso. Una voz explicó que uno de los familiares de ese domicilio había sufrido un accidente en la ruta. Daba dos o tres datos bastante certeros. Ganaba a través de la angustia de la víctima esos minutos necesarios para dar el paso siguiente y formular un pedido que paraliza y aterra: el rescate, tras amenazar hechos de violencia y agresión física.

Las víctimas, paralizadas por el miedo, no pueden reflexionar a tiempo que han dado datos de un familiar para que ese secuestrador virtual los utilice en su contra. Está claro que no hubo ningún accidente y que se trata de una tendencia delictiva que se denomina secuestro virtual. Un secuestro que no es tal porque no tiene cautivos, excepto a la víctima que atendió el teléfono y la presión que recibe a través del engaño, la angustia y el terror.

La mayoría se realiza desde el interior de una unidad penal, suelen pedir recarga telefónica, pero como en el caso de Larroque se trató de dinero en efectivo, la sospecha apunta a otras personas.

Esto le sucedió ayer al menos a unas diez familias de Larroque, que los investigadores policiales estiman no fueron elegidas al azar, sino con un conocimiento previo de movimientos y datos íntimos. “Estamos detrás de una pista para determinar si hubo o no un entregador local de esas informaciones”, reconoció un alto oficial de la Policía.

De las diez familias que tuvieron intento de extorsión, solamente una –la primera- alcanzó a cerrar el trato, pensando que se trataba de un secuestro. “Al principio los secuestradores virtuales hablaron de 40 mil pesos, pero negociaron por un monto mucho menor”, indicó una fuente policial. “El dinero fue entregado en la zona de ingreso a la ciudad”, se sostuvo. Pero después no hubo ninguna consumación de este ardid, aunque despertó las lógicas angustias entre quienes recibieron el llamado extorsivo. “Han actuado con algún grado importante de conocimiento de la vida del pueblo”, señaló la fuente policial. Y a diferencia de lo que ocurre en otros distritos, donde prevalece la desconfianza en la Policía, los vecinos de Larroque confiaron en las fuerzas de seguridad y por eso se pudo en casi todos los casos, alertarlos y desbaratar la maniobra. “De todos modos han actuado rápido y con conocimiento. Presionando psicológicamente a las víctimas. Incluso a una persona la llamaron y le hicieron oír el llanto de un niño y en el nerviosismo esta víctima no pudo reaccionar y darse cuenta que no tiene hijos menores”, relató uno de los investigadores para dar cuenta el manejo psicológico que realizan los secuestradores virtuales y el posterior aprovechamiento de la angustia que generan.

En Argentina esta clase de delitos comenzó a conocerse a mediados de 2003… pero desde entonces no han parado de sucederse y se ha extendido a distintas provincias.

El secuestro virtual no necesita de un vehículo, tampoco de armas ni de sótanos o escondites de difícil acceso o detección. Aunque suene contradictorio, ni siquiera requiere de un secuestro. Sólo un teléfono y tener capacidad para sacar provecho de una situación de angustia e indefensión.

Está muy claro que nadie está a salvo de ser víctima de un secuestro virtual. Y a raíz del auge que ha tenido esta nueva modalidad delictiva, las autoridades han adoptado algunas medidas: por ejemplo colocar identificadores de voz en los teléfonos públicos de los penales y donde se advierte el origen de la llamada, en este caso desde una cárcel. Pero la modalidad se ha “perfeccionado”. Muchos secuestros virtuales se realizan desde fuera de una unidad penal. Para ello se requieren al menos dos o tres personas: la que realiza la llamada, el que cobrará el probable rescate y quien pasa los datos mínimos de la futura víctima previo trabajo de “inteligencia”.

Ayer la angustia invadió a varias familias de Larroque. Por suerte, ninguna amenaza pudo ser consumada. Pero la tranquilidad no retorna fácilmente, porque ahora se tiene la certeza de que una nueva modalidad delictiva acaba de dominar la escena cotidiana, porque como ya se apuntó, nadie está a salvo de un secuestro virtual.

Cómo actuar

Frente a un hecho delictivo de cualquier naturaleza, la obligación ciudadana es realizar la denuncia ante la Policía.

Si bien la palabra “virtual” puede dar una idea de artificial, de no realidad, se trata a todas luces de un secuestro extorsivo. Lo que cambia es la modalidad, sin cautivos, pero extorsión al fin.

El secuestro virtual se inicia con una llamada telefónica a una víctima, que en el caso de Larroque se infiere que no fueron elegidas al azar. Paso siguiente, se informa de una situación de emergencia, en este caso fue un accidente en la ruta, y luego con algunos datos extraídos en esa conversación se formula el pedido de pago para el rescate.

Generalmente, los delincuentes van intercambiando los chips de los celulares de modo de dificultar su posterior rastreo.

Los horarios más habituales para realizar esta extorsión son la mañana y la tarde, cuando generalmente en un hogar falta uno de sus integrantes. Hubo algunos casos de fines de semana que han llamado de noche, cuando los jóvenes realizan sus habituales salidas a los boliches.

Como consejo, la Policía recomienda no dar ningún dato o información a quien está llamando y menos sobre un integrante de la familia. La otra recomendación es solicitar de inmediato un teléfono de contacto y así poder chequear la información. También intentar contactarse con el familiar que supuestamente ha sido secuestrado.

Lo que siempre se aconseja: formular la denuncia lo antes posible. Hay que tener en cuenta que la extorsión es un delito grave.