25 de octubre de 2012 |
MISIONES. |
SALVAJE VIOLACION Y MUERTE.
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La investigación por la salvaje violación y muerte de la estudiante Angélica Ramírez, ocurrida el mes pasado en la ciudad misionera de Puerto Rico, se convirtió en un hierro candente que en menos de una semana pasó por tres jueces. Además, en las últimas horas, la Jefatura de Policía desplazó al jefe de la Unidad Regional y a uno de los comisarios de la ciudad; mientras que el Superior Tribunal de Justicia analiza la suspensión de los médicos forenses que realizaron la primera autopsia. El caso podría tener derivaciones insospechadas. La semana pasada, dos policías que trabajaron en el caso declararon ante la Justicia que un hijo del juez de Instrucción Éctor (sic) Acosta, un prefecto, el hijo de un comerciante y otro joven, tendrían vinculación con el crimen de la adolescente. Esos datos estaban en poder del magistrado desde un primer momento. Esa declaración obligó a Acosta a inhibirse en el expediente y lo envió a su par del fuero Correccional y de Menores, Rubén Lunge, quien rechazó una recusación pero también optó por apartarse por considerar que se puso en duda su imparcialidad. Por subrogación, el caso pasó entonces a manos del juez Civil y Comercial Itálico Lirussi, que tampoco aceptó hacerse cargo por su amistad con Acosta. Ahora, la investigación saldría de Puerto Rico para recalar en el despacho de la jueza Civil, Laboral, Comercial y de Familia de Jardín América, Laura Marcela González, pese a que ella no tiene antecedentes en el fuero penal . La labor del juez Acosta había sido duramente cuestionada por el padre de la víctima e incluso por funcionarios de la Secretaría de Delitos Complejos, que fueron a Puerto Rico tras el crimen. El nombre de uno de los hijos de Acosta estuvo en boca de los investigadores policiales desde el mismo 27 de septiembre, cuando el cadáver de Angélica Ramírez, de 14 años, apareció tirado en un camino de la zona suburbana de Puerto Rico. La joven había sido violada y asesinada brutalmente. La situación del juez Acosta se volvió insostenible luego que dos policías prestaran declaración testimonial en el expediente y allí relataran que desde un primer momento se había mencionado como sospechoso a un hijo suyo, además de un suboficial de la Prefectura , el hijo de un comerciante y un cuarto joven. Al prefecto se le secuestró un teléfono celular con un centenar de fotos pornográficas y entre los contactos figuraba el celular de la víctima y el del propio juez Acosta . Este dato llamó la atención de los investigadores. Por su parte, la fiscal pidió el secuestro de la moto del suboficial para verificar si las huellas coincidían con las recogidas en la escena del crimen y si presentaba alguna pérdida de aceite, ya que también se hallaron manchas dispersas a pocos metros de donde apareció el cadáver. Curiosamente, Acosta nunca ordenó esa pericia. Por su parte, el jefe del Comando Radioeléctrico de Puerto Rico declaró que recibió un llamado anónimo en el que una mujer le comentó que en la noche previa al homicidio vio a Angélica en cercanías del barrio Lomas del Mirador, donde solían juntarse el hijo de Acosta y los demás sospechosos para realizar reuniones nocturnas. El crimen de Angélica tiene un solo detenido que nada tiene que ver con ese grupo: un panadero de 51 años. En su casa se secuestraron algunas prendas de vestir con posibles manchas de sangre. Las ropas fueron enviadas a un laboratorio para saber si contienen material para un ADN y establecer si es de la víctima. Sin embargo, en Puerto Rico todos sospechan que el detenido es un “perejil” y que su detención se realizó para descomprimir la presión que existía sobre la Justicia y la Policía. Angélica Ramírez salió de su casa el 26 de septiembre al anochecer para ir a una clase de hockey. Tras retirarse del lugar, no regresó a su casa. Al día siguiente, al amanecer, su cuerpo fue hallado al costado de un camino vecinal. Los forenses comprobaron que había sido violada y tenía cuatro golpes en la parte posterior de la cabeza. Pero su muerte se produjo por asfixia cuando el o los asesinos hundieron su rostro contra la tierra suelta ubicada al costado del camino.
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