Es preferible morir porque se ha dicho la verdad y no ser un cobarde y andar huyendo todo el tiempo en la vida porque no nos animamos a decir esa verdad”, fueron las palabras del sacerdote de San Jaime de la Frontera, Hugo Grimaux, en la misa desarrollada el 30 de octubre al cumplirse el primer aniversario de la desaparición de Juan José Morales. Allí estaba presente también, como en muchas marchas acompañando a los familiares de Pocho, el concejal de la localidad, Juan Carlos Medina. Unos meses después, según confirmaron fuentes judiciales, ambos tenían información para aportar a la investigación, y no lo dijeron, hasta que Medina no soportó más la carga y contó en la Fiscalía la pista sobre un hombre oriundo de San Jaime que habría visto al quinielero en Córdoba, en octubre de 2011, dos meses después de la desaparición, publica Uno.
Un vecino de la localidad se presentó el 20 de diciembre de 2012 para declarar que seis meses atrás había chateado con el oriundo de San Jaime que reside en Córdoba, quien le contó vía Internet que había visto y charlado brevemente con Pocho en una termina de ómnibus, quien estaba acompañado por otros dos hombres. Este testigo es Juan Carlos Medina, concejal del Frente Para la Victoria. Según informaron fuentes judiciales, Medina dijo que luego de enterarse de este dato se lo contó al sacerdote Hugo Grimaux, quien le habría dicho que por el momento no dijera nada.
Grimaux fue inmediatamente citado a declarar en la Fiscalía de Chajarí, donde admitió que conocía la información, pero que cuando Medina se lo contó no le recomendó que no lo cuente a nadie, sino que no le aconsejó nada. De todos modos, él tampoco lo manifestó, aunque no se sabe aún si el sacerdote tuvo conocimiento de la información en una charla común o en una instancia de confesión, donde podría ampararse en el secreto confesional.
Esto generó un revuelo importante en la pequeña localidad de unos 5.000 habitantes del noreste provincial, donde desde hace un año y cuatro meses se habla de pocas cosas además de la desaparición de Morales. Principalmente la familia del quinielero, la esposa, los dos hijos, el hermano y la sobrina, entre otros familiares y allegados, quienes ya no saben a quién creerle, y por momentos sienten que les toman el pelo.
Otras de las frases que el sacerdote Grimaux esgrimió en su homilía de la misa del 30 de agosto de 2012 fue: “Pueblo de San Jaime, que el miedo que tienen, que el miedo del pueblo a hablar ya no exista más, porque la verdad los va a hacer libres, porque hay muchos que seguramente saben muchas cosas, pero no se animan a decirlo por las posibles consecuencias que pueda haber. No se preocupen, nosotros también vamos a estar acompañándolos en las consecuencias, pero si no se animan porque tienen temor a las represalias, tampoco se preocupen: es preferible morir porque se ha dicho la verdad y no ser un cobarde y andar huyendo todo el tiempo en la vida porque no nos animamos a decir esa verdad. Eso no lo podemos tolerar, tenemos que cambiar nuestras mentalidades, no podemos estar en una sociedad del sálvese quien pueda”. Las palabras del cura fueron interrumpidas por una ovación y aplausos avalando sus dichos, aunque al parecer, según consignó una fuente allegada a la investigación, Grimaux no estaba tan convecino de ellas.