Oscar Medina, de 43 años, se enteró que mató a su vecino, Juan Bautista Brítez, cuando se lo contaron sus hermanos. Luego se entregó a la Policía y si bien no recordaba lo que hizo, estaba dispuesto a pagar las consecuencias. Sin embargo, la pericia psicológica y psiquiátrica lo salvó: tras las entrevistas y los test, las profesionales entendieron que Medina sufrió un trastorno mental transitorio, por el cual no sabía lo que hacía al momento de atacar a Brítez.
El hombre llegó a juicio imputado por el delito de Homicidio simple. El 3 de noviembre de 2008 por la tarde, en Alcaraz Norte, Medina fue a jugar al fútbol, y al regresar pasó por el almacén o bar del pueblo. Su memoria llega hasta ahí, el resto de la historia se pudo reconstruir con algunas testimoniales. En ese lugar hubo algún inconveniente, que llevó a que el hombre lo corriera a Brítez hasta su casa, empuñando un cuchillo con mango de madera. Medina ingresó a la vivienda de la víctima, y le aplicó 10 puñaladas. La mayoría de ellas superficiales, pero una le perforó un pulmón.
Brítez salió de la casa y caminó unos 64 metros, según el rastro de sangre que fue dejando en el camino. Su hijo intentó socorrerlo, pero finalmente murió por un shock hemorrágico.
Medina corrió a campo traviesa, y no se lo vio más. Seis días después se despertó, no sabía dónde estaba y tenía la nariz quebrada. Pero se orientó y pudo regresar a su casa. Allí sus hermanos le dijeron que había matado al vecino y que la Policía lo andaba buscando. No dudó en llamar y entregarse.
Hay dos pruebas fundamentales que incriminan al peón rural: por un lado el trozo de botamanga que encontraron en la casa de la víctima, que coincide con el pantalón corto que luego secuestraron en la casa del acusado. Por otro, la declaración del testigo presencial del hecho, quien lo vio ingresar a Medina a la casa con el arma blanca en la mano.
“Corría ensangrentado”
Fernando Ariel Brítez vio cómo su padre fue atacado, intentó auxiliarlo pero murió en sus brazos. “Eran como las siete de la tarde, yo estaba en la casa de un vecino, más o menos a una cuadra de mi casa -contó el muchacho- vi que entró un hombre (pelo largo negro y suelto, pantalón azul, sin remera, con zapatillas, alto, medio flaco)”.
“Después vi que mi papá salió por la puerta de atrás de la casa todo ensangrentado en la parte de debajo de la axila, y el otro hombre salió atrás suyo, con un cuchillo cabo marrón”, continuó relatando Brítez. “Ahí lo agarró el hermano porque lo iba a perseguir a mi papá. Yo corrí para ayudarlo, y lo ayudé a ir hasta la casa de una vecina, la señora Norma, que estaba sentada afuera. Le pedí un trapo, me dio un pedazo de sábana y le até el brazo a mi papá. Después me dio una toalla, también se la até para que dejara de sangrar, pero mi papá falleció”.
Entrevistas y dibujos
La causa fue elevada a juicio sin la pericia clave, que fue solicitada luego por la Fiscalía de Cámara. La psicóloga Liliana Emma Bufaliza y la psiquiatra Claudia Bruno realizaron las entrevistas diagnósticas, el Test de Bender y un test gráfico proyectivo, consistente en dibujar una casa, un árbol y una persona.
Las profesionales concluyeron en su informe que Medina tiene una “personalidad infantil a nivel psicosocial, pasivo, introvertido, inseguro y dubitativo”. Pudieron “inferir a través de las pruebas suministradas que existiría (...) una excesiva acentuación de los índices de control, que pueden estar indicando posibles irrupciones impulsivas en la conducta”.
Además, el acusado demostró “un cuadro de inadaptación ante la situación judicial que atraviesa”, y explicaron que “surge de la observación clínica que el sujeto, inseguro de sí mismo, sin comprender su posible accionar no puede dar respuestas, resignado a responsabilizarse de lo que el destino le depare”.
En la entrevista, el hombre no intentó engañar a las profesionales, y afirmó que “no tenía motivos para matar al vecino, pero cree que puede ser que le hubiera pegado y partido su nariz, mientras estaba en el bar”.
Perturbación pasajera y curable
A su vez, la pericia encontró “indicadores de posible conducta agresiva con pérdida de control de impulsos ante un factor detonante (...) siendo sus defensas inhibitorias extremadamente débiles”. Por todo ello, la psicóloga y la psiquiatra concluyeron en que Medina “sufrió un trastorno mental transitorio (TMT)al momento del hecho”.
Dicho trastorno, según explicaron, puede ser desencadenado por una causa inmediata y evidenciable, tal una posible riña con traumatismo de cráneo, como la que tuvo el peón rural. El mismo “es de breve duración (días)” y “surge sobre una base patológica probada mediante indicadores que aparecieron en las pruebas gráficas”. En este sentido, remarcaron que “la intensidad del trastorno mental pudo anular el libre albedrío no bastando la mera ofuscación”, es decir, que Medina pudo no haber tenido el dominio de sus actos, cuando se peleó con Brítez.
En síntesis, definieron los TMT como “estados de perturbación mental pasajeros y curables, debido a causas ostensibles sobre una base patológica probada, cuya intensidad puede llegar a producir trastornos en la comprensión y la voluntad”.
Sin acusación, fue absuelto
Finalmente, a la hora del juicio oral llevado adelante en la Sala 1 de la Cámara del Crimen de Paraná, la fiscal de Cámara Carolina Castagno analizó las pruebas de la causa y se basó en el informe pericial de la psiquiatra y la psicóloga, por el cual fundamentó porqué no acusó a Medina, y pidió su absolución. En la audiencia, el hombre volvió a afirmar que no recordaba lo que había hecho, pero que estaba dispuesto a cumplir con lo que la Justicia le imponga.
Al no existir acción pública, el hombre regresó a su casa acompañado por su patrón, quien lo llevó a Tribunales en su camioneta.