Cada vez que el dirigente deportivo entrerriano Julio Bereciartu viajó a Rosario durante sus últimos ocho años lo hizo para retirar dinero de una financiera y por encargo de la empresa en la que trabajaba. Así lo reveló su viuda luego de que dos motociclistas lo asesinaran de un tiro en un asalto ocurrido frente a la terminal de ómnibus, en octubre pasado, cuando iba en una camioneta con el hijo de su empleador, Juan Pablo Baggio, de 26 años. Este muchacho siempre negó que se tratara de una salidera y ahora fue procesado por encubrir el crimen: para el juez de Instrucción de Rosario, Javier Beltramone, ocultó el paso previo por una casa de cambios para evitar que se investigue "el origen de los fondos" que buscaban los maleantes.
En la misma resolución el juez llamó a indagatoria al "responsable o titular de la firma Rosental S.A.", ya que numerosos testimonios sostienen que la víctima había retirado dinero de esa casa de cambios antes del fatal ataque. Y del expediente surge que la firma ubicada en Córdoba 1441 obstruyó el aporte de información a la causa (ver aparte). Bajo idéntica acusación el magistrado citó al padre del joven procesado, el empresario de Gualeguaychú Pablo Rufino "Pino" Baggio, ante la sospecha de haber iniciado el ocultamiento de datos en comunicaciones telefónicas con su hijo.
Por último, Beltramone pidió a sección Sumarios Administrativos de la policía que determine posibles responsabilidades ante la "paupérrima actividad" de la investigación policial, que sólo recolectó cuatro testimonios tras un crimen ocurrido "a plena luz del día, frente a cientos de personas" y cuyos autores nunca fueron detenidos.
Los tiros
Bereciartu tenía 52 años y era presidente del club Tiro Federal de Gualeguaychú, donde vivía con su esposa y dos hijos. Tenía otros dos hijos de su primer matrimonio. Durante años trabajó para la empresa alimenticia RPB que fabrica y distribuye los jugos Baggio. Por diferencias entre los hermanos dueños de firma, a mediados del año pasado se desvinculó tras 23 años de servicios y comenzó a trabajar para uno de los socios, Rufino Baggio, a quien lo unía una relación de amistad. Se ocupaba del arrendamiento de campos y el alquiler de propiedades.
El 10 de octubre de 2012 viajó a Rosario en compañía de Juan Pablo Baggio, hijo de su empleador, en una camioneta Toyota Hilux. A las 14.20, cuando estaban detenidos frente al semáforo de Santa Fe y Cafferata, dos motociclistas abordaron al conductor. El que iba como acompañante bajó de la moto Yamaha YBR, amenazó a Bereciartu con un arma y en un forcejeo realizó dos disparos. Una bala le ingresó al conductor por la axila izquierda y lo mató casi en el acto. Los ladrones se llevaron una campera que tiraron al piso al escapar.
Insuficiente
Desde un primer momento, Baggio negó que hayan tenido dinero encima y que se tratara de una salidera. "Escuché gritos como «dame algo, dame algo, dale apurate», y vi a un muchacho con un casco negro. Julio le da una campera y éste salió con la moto a toda velocidad", contó el muchacho, que declaró que no fue "a ninguna entidad bancaria o financiera ese día". El joven siempre sostuvo que había viajado con Bereciartu a revisar el estado de unos campos en Victoria y que luego decidieron cruzar a Rosario para almorzar y recorrer un shopping.
Ese relato, para el juez, resulta "insuficiente" y contradictorio con la mecánica de los hechos. Por empezar, el joven mencionó sólo un disparo cuando se constataron dos. El primero, para amedrentar, fue cerca de la ventanilla. De abajo hacia arriba la bala 9 milímetros hizo estallar el vidrio y salió agujereando el techo. El segundo "ocurre cuando hay resistencia y sobreviene el fatal desenlace", a muy corta distancia, con el cuerpo del matador dentro del vehículo.
Lo que pasó entre uno y otro disparo es lo que, a su criterio, explica el crimen: "Lo que se infiere es que hubo un tiroteo por algo que había que evitar, algo grande: evitar el robo de una gran suma de dinero". Se puede pensar en una confusión propia del momento, concedió, pero concluyó que "es difícil no recordar dos disparos".
El juez evaluó que Baggio "nuevamente mintió" cuando dijo que el conductor avanzó una cuadra y recién entonces le dijo que lo habían herido. "Es impensable que no se hubiera dado cuenta de que estaba herido", dijo, y recordó que lo primero que hizo al detener la marcha fue bajar y hablar por teléfono con su padre, "con la inverosímil y absurda justificación de que llamara una ambulancia desde otra provincia".
Luego, según testimonios, permaneció dentro de la camioneta y no quiso subir a la ambulancia. Es que, para el juez, quedó acreditado que ambos habían retirado minutos antes una suma no precisada de dinero de la casa céntrica de cambios Rosental. Si fuera verdad que resolvieron de manera imprevista recorrer 15 kilómetros desde Victoria para almorzar en Rosario, el juez no se explica por qué no llamaron para avisar de ese cambio de planes.
¿Un millón?
El dato de que el motivo del viaje era ir a Rosental fue precisado por la ex esposa de Bereciartu, que se cruzó y charló con él la noche anterior al viaje. El hombre le contó que iba "a buscar dinero a Rosental para comenzar un emprendimiento agropecuario". "No me dijo la cantidad de dinero, pero se habla de un millón de dólares", abundó, y detalló que Baggio le confirmó en el velorio el paso por la casa de cambios, "varias cuadras" antes de sufrir el ataque.
La viuda de la víctima también contó que durante ocho años su marido viajó a Rosental para realizar "operaciones financieras". "Ir a Rosario era viajar a una financiera", resumió en el juzgado.
En esa línea, para el juez está probado que la camioneta estuvo estacionada en la cochera de Corrientes al 800 por la que se accede a la puerta trasera de Rosental, donde tanto Bereciartu como Baggio estaban inscriptos para operar. Las cámaras de seguridad arrojan que se retiraron del centro a las 13.57, una media hora antes del crimen.