Las fotos tomadas por bomberos de Ceibas con una víbora muerta de gran tamaño que había atacado a uno de ellos sin lograr morderlo fueron publicadas ayer. En pocas horas, solo a través de las redes sociales hubo 57 mensajes y también llegaron otros tantos por celular y correo electrónico. Las opiniones varían. Algunos afirman que está bien matarlas, que se hizo lo correcto. Otros proponen todo lo contrario: hay que dejarlas vivir. Entre Ríos es una zona en la que habitan estos animales. Ante la variedad de opiniones, se consultó con especialistas.
Antonio Velazco forma parte de Área Técnica de Recursos Naturales, Flora y Fauna de Entre Ríos, y el biólogo Alfredo Berduc es el director del Parque Nacional General San Martín. Los dos coinciden en que en la provincia es hábitat natural de dos especies de víbora venenosa: la yarará y la coral. También puede aparecer en el norte la cascabel. La primera es la que mataron los bomberos.
“Si el animal está en un espacio abierto no tiene sentido matarlo porque forma parte de la cadena ecológica. Por ejemplo, en islas cercanas a Victoria, cuando hay una superpoblación de ratas o ratones, la yarará contribuye al equilibrio ecológico”, explicó Velazco. Sin embargo señaló: “En zonas urbanas o en lugares cerrados como dentro de un patio, donde también pueden aparecer, el criterio es resguardar a las personas que están en el lugar”. En este último caso el tratamiento es diferente, definió el profesional. La experiencia de Berduc le indica que en 12 años de trabajo en el Parque, donde habitan estas serpientes venenosas, nunca ha registrado un ataque. “Sí he visto gente que se pone a manipular víboras y ahí se corren ciertos riesgos”, dijo a modo de ejemplificación. En sus estadísticas hay menos de un accidente grave cada 10 años en la provincia. Además señaló: “Con una mordedura de yarará se tienen seis horas hasta poder concurrir a un centro asistencial. Incluso de los mordidos no tratados, el 20% es el que muere”.
En zonas urbanas
La aparición de estos ejemplares en zonas urbanas es frecuente en ciudades como Paraná, sobre todo en barrios cercanos al río. “No es raro que una yarará esté en un patio porque siempre esta zona fue su lugar y su hábitat”, dijo Velazco, y agregó que es propio de todas las especies. “A veces aparece hasta algún yacaré frente al Parque Urquiza”.
En su lugar natural
Recomiendan que en ambientes naturales se deben tomar los recaudos necesarios, sobre todo botas y calzado adecuado y no meter la mano en lugares donde no se ve, como huecos en árboles. También afirman la importancia de aprender a diferenciarlas para poder controlarlas de la manera apropiada.
De cruzarse con una yarará, Berduc aconsejó: “Tiene que tener un lugar de escape. No hay que ‘torearla’, ni tirarle piedras y ni tratar de pegarle con un palo porque es ahí cuando el animal se defiende”.
Sobre las características de este animal Berduc señaló que las personas no son “una presa posible” para él, ya que tiene que digerir en forma completa. En este sentido solo se va a arriesgar a morder cuando se sienta en peligro. “Cuando nos ve lo que hace es huir. Si se siente acorralada se enrosca y se prepara para morder”.
La adaptación de los tres tipos de víboras venenosas es la de cazar con su veneno. La yarará tiene más capacidad de morder que la coral, pero esta última es más tóxica. Sin embargo, Berduc dijo: “A pesar de ello es más mansa, hasta se la puede agarrar con la mano y lo último que va a hacer es morder. Tampoco puede proyectar los colmillos como las otras”.
En el registro del Parque Nacional hay un solo caso de aparición de una coral, recolectado hace 15 años. “Los accidentes con estas víboras, de darse, es cuando un niño pequeño la agarra sin saber. Por la boca pequeña que tienen, muerden en los dedos”.
Las fotos de los bomberos con la yarará muerta despertó inquietudes y opiniones diversas. Las observaciones de los especialistas buscan dar algunas respuestas.