Hoy, a las 10, en la Iglesia Parroquial San Benito Abad habrá una misa para recordar a Fernanda Aguirre, desaparecida el 25 de julio de 2004 cuando tenía 13 años. Seguramente, no serán muchos los que asistan a la ceremonia religiosa, los que vayan a interrumpir sus actividades para concurrir al templo, serán muchos menos, sin dudas, de los que se sumaban a las multitudinarias marchas reclamando la pronta aparición de la adolescente, el esclarecimiento de lo sucedido y la condena a los responsables.

A medida que el denominado “Caso Fernanda” iba descendiendo en la ubicación de los títulos de portadas de los diarios porteños, mientras los móviles de la TV regresaban a la Capital, los reclamos de justicia se iban diluyendo hasta que sólo quedó en la búsqueda su madre, Inés Cabrol. Pero el 11 de mayo de 2010, Inés murió de leucemia sin haber podido saber qué fue lo que pasó con su hija. Y desde entonces, nadie busca a Fernanda Aguirre.

Fernanda Aguirre tenía 13 años y fue vista por última vez el 25 de julio de 2004 en San Benito. El principal sospechoso era Miguel Lencina, que apareció muerto en prisión a los pocos días del hecho. Su esposa cumplió condena.

Durante años, su mamá Inés la buscó con la certeza de que estaba viva y viajó por todo el país, llevando carteles que mostraban el retrato de la niña y ofrecían recompensa por cualquier información. Si bien hubo llamados, personas que aseguraron haberla visto cautiva en un algún prostíbulo o en el baño de una estación de servicios y hasta en el exterior, ninguna pista fue firme, ningún rumor logró develar el misterio de qué le sucedió a Fernanda ese domingo 25, mientras la selección Argentina disputaba un partido contra su eterno rival, Brasil, en un Mundial.

Hubo pedidos de auxilio escritos en las puertas de algún sanitario; hubo mensajes supuestamente veraces en papeles encontrados en una playa; hubo alguien que estuvo con alguien que le dijo que se encontró con Fernanda en un prostíbulo español; hubo fotos que circularon por Internet de una supuesta Fernanda, ya más grande; hubo videntes que la profetizaron muerta y otros, viva; hubo denuncias de internas policiales, intrigas políticas y hasta mafias de suburbios. Pero en estos 13 años nunca hubo algún dato concreto, veraz y convincente que llevara a pensar que Fernanda está viva, o que está muerta. Nada.

Ese día, Miguel Lencina gozaba de una salida transitoria del penal donde purgaba condenas por homicidio. Viajó a visitar a su pareja y en un cruce de calle, en San Benito, se habría encontrado con la chica, que regresaba a su casa con un ramo de flores para una vecina. Luego, desapareció y sólo hubo un llamado telefónico para exigir un rescate de $ 2.000, la suma que los Aguirre habían obtenido por la venta de un acoplado.

Lencina fue detenido pero luego apareció ahorcado el 6 de agosto de 2004, en una celda de una comisaría de Paraná. Entonces, no fue necesario un oráculo para saber que el enmarañado caso nunca jamás iba a resolverse. 

La justicia condenó en 2007 a Mirta Chavez, pareja de Lencina, acusada de haber sido quien pidió un rescate a la familia, a horas de la desaparición de la joven.

La Policía y la Justicia siguieron varias líneas investigativas, realizaron una gran cantidad de rastrillajes en la zona y viajaron a distintos puntos del país y del exterior donde iban surgiendo pistas sobre la captación de la menor por parte de una red de trata de personas pero no hubo resultados positivos y nunca se dio con el paradero de Fernanda Aguirre.

En tanto, la Policía pudo dar con los autores del secuestro a través de un pedido de rescate de 2.000 pesos hecho a la familia y así fue como Miguel Lencina, un convicto con antecedentes de asesinato, que tenía salida laboral, fue detenido. Pero, a los pocos días, Lencina fue encontrado muerto en su celda de la comisaría de San Benito, lo que siempre generó muchas dudas.

Por el secuestro de Fernanda fueron juzgados Mirta Cháves, su esposa, y Raúl Monzón, su primo.

Chavez fue condenada a 17 años de prisión en la UP6 de Paraná, ya que el tribunal la encontró coautora del secuestro. Por su parte, Monzón, quien fue procesado como partícipe necesario, acusado de trasladar a la joven en su auto, fue absuelto