No todo sucede tan a prisa como a veces se piensa.
A veces la burocracia, a veces el tiempo, a veces el destino, a veces el mundo hace que todo tarde más de la cuenta, más de lo que uno cuenta.
No todo es exprés.
Keili Regina González, la chica trans oriunda de Nogoyá cuyo nombre dio la vuelta al mundo cuando, siendo un chico viviendo en un cuerpo de mujer, pidió ir vestida de chica al acto de fin de curso en la escuela, tardó casi dos meses en tramitar su nueva partida de nacimiento, un salvoconducto que ahora le permitirá conseguir un nuevo DNI.
Y conseguir, fundamentalmente, que allí donde todo esté errado, se corrija: en los formularios de inscripción en la Universidad, en la factura del teléfono, en las planillas de asistencia a clase.
Keili Regina González decidió llamarse así, y antes todavía, decidió ser mujer, siguiendo un camino expedito, el que abrió la Ley de Género, sin tanta alharaca ni tanta burocracia judicial de por medio.
Fue así: se presentó en la oficina del Registro Civil y pidió que cambiaran todo lo que fuera necesario cambiar. Primero, que allí donde se leyera varón se pudiera leer mujer, y donde había nombre de chico, apareciera el nombre de chica que había escogido: Keili Regina.
Ahora, tiene en sus manos la partida de nacimiento que dice todo así. Se la dieron ayer, el paso previo para tramitar el nuevo DNI.
¿Otro triunfo, Keili?
“Otro más”, dice, con algo de euforia, esta chica de nada más que 19 años, ahora mudada a Paraná, ahora estudiante de la carrera de Ciencias de la Comunicación, ahora convertida en mujer en estampa y papeles.
Pero primero fue aquel revuelo de pueblo chico.
Keili todavía no era Keili Regina. En los papeles era Lautaro, pero en la vida, Keyli, un nombre que había escogido después de que en un boliche de su ciudad se armara un concurso sui generis: un concurso para elegirle un nombre.
La votación resultó así, y ese nombre quedó para ella para siempre.
Después, claro, la burocracia del Registro Civil puso sus peros, y hubo que arreglar algunas letras, y sumar más vocales, y aquel Keyli mudó a este Keili.
Hubo otro antes, claro.
Era 2010, y estaba en quinto año.
Esta chica se envalentonó y fue donde las autoridades de la Escuela Normal Antonio Sagarna, de Nogoyá, y pidió que la dejaran ser libre: que le permitieran ir a clase vestida de mujer, y portar la bandera escolar así también. Lo consiguió, después de algunos cabildeos.

CONCURSO DE BELLEZA. Tenía 17 años.
Después se propuso dar un paso más: masticarse todos los prejuicios y los clichés sociales y presentarse a un concurso de belleza.
El último verano se presentó como candidata a reina del carnaval de su ciudad, Nogoyá, y se pavoneó en una carroza que la mostró sonriente, enfundada en un vestido de corte selecto, repartiendo besos y saludos. No se llevó el cetro mayor, pero estuvo entre las primeras: participaron 15 chicas, y Keili entonces quedó en cuarto lugar: fue coronada como Miss Simpatía.
Pero Keili no se creyó demasiado la historia. Sibilina, contestó como siempre, atajándose detrás de esa mácula de chica desinteresada.
Después que le pusieron la corona en aquellos carnavales, dijo:
–Ni me lo esperaba. Aunque te confieso que me había preocupado un montón por mi estética y por desempeñarme bien. En realidad, siento que me lo merecía. Éramos 15 chicas, y solamente premiaron a cinco; yo quedé en el cuarto lugar.